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Vicente Montes

Energía se llevó el gato al agua

Claves sobre la destitución fulminante e inesperada de la directora general de Industria: discrepancias internas y exhibición de fuerza en la Consejería

Ilustración

La fulminante destitución de la directora regional de Industria del gobierno regional, Rosana Prada Otero, ha pasado un poco de puntillas, sin apenas despertar preguntas ni motivar al menos explicaciones precisas de por qué se sustituye a una alto cargo encargada de un asunto que debería ser medular en la acción del gobierno y en especial a partir de ahora. El cese de Rosana Prada sorprendió incluso en ámbitos del Gobierno regional: fue una decisión personal del consejero Enrique Fernández, no comunicada en el Consejo de Gobierno, órgano semanal en el que suelen ponerse sobre la mesa las cuestiones relevantes. Bien es cierto que no hay obligación alguna para hacerlo: la designación de directores generales es competencia exclusiva de los consejeros, y puede cesarlos y hacer nuevos nombramientos sin tener que dar explicaciones.

Pero lo cierto es que Rosana Prada había logrado forjarse aprecio entre empresarios y sindicatos (especialmente entre los primeros), en otros ámbitos de la administración autonómica ajenos a su área y era respetada también por la oposición. ¿Cuáles fueron las razones para un cese tan inesperado?

La explicación oficial del Gobierno no parece muy creíble. En medios del Ejecutivo se apuntaba a la necesidad de un relevo para afrontar una nueva etapa en la negociación de la concertación con empresarios y sindicatos. Pero lo cierto es que la cesada directora general de Industria ya había iniciado el trabajo y había sido internamente reconocida su labor en anteriores ocasiones.

La razón de fondo parece estar en las enquistadas diferencias entre las dos directoras generales: la destituida Rosana Prada y la directora general de Energía, Belarmina Díaz Aguado, conocida cariñosamente como “Mini”. Las discrepancias entre ambas han sido la tónica durante el mandato, principalmente, según fuentes empresariales, por el afán expansivo de Belarmina Díaz Aguado con los asuntos que le competen, “hasta el punto de querer controlarlo todo”. Tanto es así que ella parece haberse llevado el gato al agua. El nuevo director general de Industria es Juan Carlos Aguilera, que hasta ahora desempeñaba el puesto de responsable de la Fundación Asturiana de la Energía, una entidad en la que participan empresas e instituciones y de cuyo patronato forma parte la propia directora general de Energía.

En algunos ámbitos políticos se sospecha que pudo haber también algún interés por parte de empresas energéticas en resolver las discrepancias internas en la consejería, máxime cuando se avecina un periodo de gestión decisivo sobre los proyectos susceptibles de ser financiados con fondos europeos, si bien esa gestión no compete a la postre a la dirección de Industria, sino a otras áreas.

Sea como fuere, las formas desatan los interrogantes. La propia directora general destituida lo supo el lunes y el Gobierno regional informó del relevo a última hora, sin demasiadas explicaciones y aprovechando una jornada en la que el paso del primer tren por el túnel de la Variante de Pajares acaparaba todo el interés informativo. No ocurrió como en otras ocasiones, cuando los ajustes en la composición del Ejecutivo se comunican en la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno.

Fuera de la ecuación quedan dimes y diretes sobre posibles discrepancias entre las consejerías de Industria y Ciencia y otros comentarios que en los últimos meses han circulado por los mentideros y que alimentaban la idea de que en algún momento Barbón acometiese un relevo en el área de Industria. Las causas de este cese parecen encontrarse más en el desencuentro doméstico que en otra cosa.

Pero bien es cierto que evidencia que el consejero de Industria, uno de las personas que integran el llamado “núcleo duro político” de Adrián Barbón, ha dejado claro que controla su feudo y hace y deshace, pese a los dardos que periódicamente lanza la oposición a su gestión. Se equivocan quienes creen que el Presidente va a dejar de tener en la más alta consideración a quien ha sido uno de sus apoyos en el partido durante años, y más a las puertas de un congreso regional en el que Barbón debe mostrar una arrolladora unidad y devoción interna.

También ha resultado curioso que la oposición, tan dada a sacar punta, tampoco haya hecho referencias, máxime cuando queda claro que pese a las críticas Enrique Fernández ha demostrado capacidad para encastillarse en su área. Y que resulta evidente que Belarmina Díaz (el sector energético) ha terminado por imponerse con permiso de su superior, aunque el ámbito industrial incluye otros muchos subsectores que no deberían sentirse huérfanos y que tampoco pueden permitírselo.

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