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Camilo José Cela Conde

Apagón

Europa, ante un posible colapso energético

En el último pronóstico de la política de seguridad que el Gobierno de Austria hace público todos los años, se calcula en un 100% la probabilidad de que se produzca un apagón total en el suministro de electricidad antes de 2025. La catástrofe anunciada alcanzaría a toda Europa y supone, claro es, no sólo que nos quedaríamos sin luz sino que se vendrían abajo las líneas de teléfono móvil, internet, la calefacción y cualquier artilugio dependiente de la electricidad.

Ante semejante panorama, anunciado con ocasión de la noche de Halloween pero real del todo, los ministros austriacos han puesto en marcha un plan capaz de garantizar, ante todo, la seguridad de los ciudadanos, convirtiendo las instalaciones militares y policiales en sostenibles –hasta cierto punto– al disponer de su propia fuente de energía. Imagino que los hospitales la tienen ya. Esos medios extraordinarios deberían ser capaces de durar dos semanas; a partir de ese plazo, el caos.

Como no podía ser de otra forma, el reportaje del gran apagón –publicado, por cierto, en un diario deportivo, que los de información general están demasiado distraídos con otras catástrofes, las políticas–, ese artículo, ya digo, tranquiliza a sus lectores asegurando que, a causa de la privilegiada posición geográfica de España, el riesgo que se corre en nuestro país es más bajo. Pero no cuela semejante consuelo, y menos aún para una generación como la mía que vivió los apagones continuos de la postguerra en los primeros años del franquismo. A aquellos años recuerdan las advertencias que los municipios austriacos están haciendo llegar a los vecinos por medio de folletos y carteles. En ellos se indica la necesidad de almacenar provisiones para enfrentarse al apagón: pilas, linternas, velas, cerillas, mantas, sacos de dormir y alimentos básicos. Parece la lista de los artículos que la Enciclopedia Espasa –puede que alguien se acuerde aún de ella– advertía que se debían llevar para subirse a una bicicleta. Las autoridades de Austria, benditas sean, añaden la necesidad de contar con libros y juegos de mesa para pasar el tiempo en las tinieblas, como si hoy en día la gente leyese y jugara al parchís. Sin el móvil y las consolas, estamos condenados.

El apagón garantizado en el próximo quinquenio no nos devuelve a los años del franquismo ni de la guerra fría: nos lleva de golpe a la Edad Media. Nuestra dependencia de internet, de los teléfonos que llevamos en el bolsillo capaces de hacer cualquier cosa y, en suma, del mundo globalizado es tal que la vida de antes de que existiese esa nube virtual en la que estamos metidos nos resulta inimaginable. Podríamos consolarnos pensando que estamos viendo una serie de las de la televisión si no fuese porque, ¡ay!, también la pantalla se nos quedará a oscuras.

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