Para muchos la “ñ” es un orgullo patrio: nos distingue. Me asombra la invención del alfabeto. Es maravilloso que hayamos sido capaces de reconocer los sonidos individuales que componen las palabras y supiéramos traducirlos a signos. Poco a poco los hablantes de lengua romance fueron cambiando la forma pronunciar algunos sonidos compuestos. Para caracterizarlos, o porque a los copista medievales les daba pereza escribir las dos letras, nace la “ñ”. Ejemplos son la doble “nn” de donna, “mn” en “damnu” (daño), “gn” en “pugnus” (puño), “ng” en “ringere” (reñir) y la sílaba ni más una vocal en senior (señor). Más rápido y cómodo poner una culebrilla, una vírgula, sobre la “n”. Esta técnica aparece en el siglo XII, Alfonso X el sabio promueve su uso y Nebrija la certifica en la primera gramática del castellano. Gramática que como se sabe es la primera de una lengua romance. Este año 2022 se cumple el 500 aniversario de su muerte, una excelente ocasión para recordar sus contribuciones y repasar ese interesante periodo de España, ya con su “ñ”, que coincide con el Renacimiento.

Una “ñ” que encuentra su sitio en riñón, palabra que procede del latín vulgar renio e invitaba a emplear el fonema. Designa ese órgano pero también la región anatómica donde se asienta. Cuando decimos dolor de riñones nos referimos a dolor lumbar que la mayoría de las veces lo etiquetamos de idiopático porque no sabemos ni su origen y poco de sus causas. Sí sabemos que es muy frecuente. Y sí conocemos su curso: lo normal es que desaparezca en poco tiempo, que responda relativamente bien a los analgésicos antiinflamatorios y que le venga bien el ejercicio.

Otra cosa es el dolor de origen renal. Contaba Ava Gardner que tuvo la desgracia de tener un cólico nefrítico el día de Viernes Santo en Madrid. Llamó al médico quién no tardó en llegar al Palace donde se encontraba postrada y encogida en la cama. Hecho el diagnóstico, el médico decidió que la coincidencia con el día que se conmemora el dolor por muerte de Cristo, el de la actriz era una oportunidad de redención: no la trató. Pero Ava Gardner no supo hacer del sufrimiento un medio de salvación del alma.

Menos dolorosa pero más peligrosa es la pielonefritis, infección del riñón con riesgo sepsis a veces mortal. Hace años las amigdalitis en los niños podían afectar al corazón, las temidas fiebres reumáticas, y al riñón, la glomerulonefritis. Tanto porque ahora se trata rápidamente con antibióticos cuando la infección es por estreptococo como porque, en mi opinión, la bacteria ha perdido esa agresividad, apenas hay casos. Pero sí hay afectación, y grave, del riñón por la hipertensión y la diabetes. Ambas son prevenibles con un buen control de la tensión y de la glucemia. La frecuencia de enfermedad renal hipertensiva o diabética es un buen indicador de la calidad de la atención sanitaria. Y de la responsabilidad de los sujetos que padecen cualquiera de esas circunstancias. Mal controladas pueden desembocar en insuficiencia renal, diálisis y en su caso, trasplante.

Salimos del mar y flotamos en un mar interior. Mantener su equilibrio, tanto en cantidad de líquido como en concentración de substancias como el cloro, el sodio y el potasio, es uno de los objetivos fundamentales del organismo. Multitud de sistemas se dedican a ello. El riñón es el protagonista. Así que tiene muchas funciones además de expulsar la urea. Entre las menos conocidas destaco la de glándula endocrina. Dos son las hormonas principales que secreta: la eritropoyetina, que estimula la producción de glóbulos rojos y la renina que regula la tensión arterial. Las dos familias de fármacos más empleados hoy para el control de la hipertensión se concentran en modificar la actuación de la renina: los llamados IECA y los ARAII.

Se dice de alguien que está forrado cuando tiene mucho dinero, dinero que guardaba en la faltriquera, cerca de los riñones, que también los forraba. De ahí quizá lo me costó un riñón. Es más caro no cuidar ese maravilloso órgano. Lo más importante: controlar la tensión arterial y la glucemia. Ambas están muy relacionadas con la obesidad que es el principal factor de riesgo del cáncer renal.

Es el séptimo cáncer más frecuente en España sin embargo en mortalidad ocupa el puesto 13. Se debe a que la supervivencia llega al 75% a los 5 años. Era solo el 50% en la década de 1970. Esta mejora se debe en parte a innovaciones en el tratamiento y en parte a que se diagnostica antes, generalmente por sangre en la orina. Cuando el cáncer aún está confinado al riñón, que llegan a ser 3 de cada 4 casos, cada vez se emplea más un tratamiento conservador mediante nefrectomía parcial. La supervivencia supera el 90%. Y es todavía buena cuando el cáncer ya ha invadido la región: se espera que el 70% sobreviva 5 años. La obesidad, un problema de salud pública implicado en multitud de cánceres. Compite en eso con el tabaco. También esta droga, maravillosa si no produjera tanta enfermedad, es causa de cáncer renal.