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Matos Moctezuma y la curiosidad innata por el pasado

Los méritos y el enorme ejemplo vital y profesional del nuevo premio “Princesa de Asturias” de Ciencias Sociales

Nacido en 1940, Eduardo Matos Moctezuma volcó su curiosidad por el pasado ya en su etapa de bachillerato, cuando su interés por los antiguos mitos y culturas constituyeron la antesala de su ingreso en la prestigiosa Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) en 1958. Allí estuvo rodeado de grandes maestros, como Olivé, Acosta y González, y por los exiliados españoles Lorenzo, Bosch Gimpera y Armillas. Su apasionada dedicación y su preparación intelectual posibilitaron su acceso en 1960 a una plaza en la Dirección de Monumentos Prehispánicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, institución a la que ha estado vinculado durante toda su trayectoria vital. Si bien inició sus prácticas en las ciudades mayas de Comalcalco y Bonampak, su verdadera pasión y dedicación se concentró en la reconstrucción prehispánica del Centro de México, diseñando y dirigiendo proyectos arqueológicos en Cholula, Teotihuacan, Tula, Tlatelolco y Tenochtitlan.

A partir de estas experiencias de investigación su aportación ha sido inmensa y no solo se puede reflejar en las más de 550 obras que ha firmado. Desde muy pronto, ya con la publicación en 1975 de “Muerte a filo de obsidiana”, desentraña algunas de sus recurrentes preocupaciones intelectuales: la muerte, la ideología religiosa y los mitos en el México prehispánico, la cultura mexica y la historia de la arqueología mexicana.

En esta fértil trayectoria, un hecho fortuito habría de dar un profundo sentido a su dedicación y cambiar nuestros presupuestos sobre la cultura de la élite mexica: el 21 de febrero de 1978 trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza descubren la escultura de la diosa Coyolxauhqui, y con ello el recinto ceremonial de la antigua capital azteca de Tenochtitlan; un hallazgo que ocasionó la remodelación urbana del Zócalo de la ciudad de México.

Matos compaginó su pasión investigadora con la gestión del patrimonio histórico y cultural de México, dirigiendo el Proyecto Templo Mayor, que tuvo su expresión de transferencia con la creación del esplendoroso Museo del Templo Mayor. Una gestión que, entre otras muchas, le llevó a dirigir el Museo Nacional de Antropología o a fundar el Museo de la Cultura Teotihuacana.

No descuidó Matos una vocación docente que ha estado presente a lo largo de toda su existencia, colaborando y dirigiendo su institución matriz, la ENAH, y extendiendo esta acción a otras universidades mexicanas, de Estados Unidos y Europa. Esa vocación le llevó a ser director general del prestigioso Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).

La aportación de Matos a la Antropología Mesoamericana y al conocimiento del pasado azteca ha sido de tal magnitud, que es un orgullo participar con él de esta disciplina, en la que ha proporcionado el combustible necesario para que todos podamos transitar por nuestro proyecto vital. Eduardo Matos Moctezuma nos sigue mostrando el camino a seguir con una trayectoria llena de sabiduría académica y al tiempo con una extraordinaria faceta de divulgación tanto a la sociedad mexicana como a la internacional.

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