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José Manuel Zapico

¿Está Asturias condenada al declive demográfico?

Las opciones de salida para la encrucijada que atraviesa el Principado

No quedan más alarmas por encenderse. Ya somos la región más envejecida de Europa. El año pasado los fallecimientos triplicaron a los nacimientos. A este paso dentro de medio siglo tendremos la mitad de población que ahora.

Los últimos datos sobre la evolución demográfica en Asturias son demoledores y, si lo pensamos bien, bastante deprimentes. Tenemos 231 mayores de 64 años por cada 100 menores de 15, casi el doble que la media nacional. Nuestro índice de envejecimiento lidera el ranking mundial.

Como no espabilemos, acabaremos en peligro de extinción. Y sería imperdonable no poder legar este bello paraíso natural a nadie para disfrutarlo. Estamos a tiempo, pero se agota. Porque esta tendencia (aparentemente imparable) hay que detenerla y revertirla como sea. Nos va el futuro en ello. Y podemos hacerlo. No tiene por qué ser irreversible.

Las causas están bastante analizadas y las conclusiones no suelen ofrecer dudas. La gente no puede quedarse a vivir en un lugar donde no hay trabajo. En Asturias tenemos el ejemplo paradigmático en las comarcas mineras (pero lo mismo sucedió en Gales, o en Detroit cuando cerraron las fábricas de coches). Aquí el cierre de la siderurgia y de las minas no fue acompañado de políticas de reindustrialización y diversificación económica eficaces. La destrucción de empleo ha tenido como pareja de hecho el progresivo envejecimiento, un fenómeno que protagoniza toda Asturias pero que es especialmente intenso en estos municipios, que superan la media regional y duplican las tasas de hace dos décadas.

Tampoco se queda la gente donde cuesta llegar, o se tarda una eternidad en hacerlo. Asturias ha sido históricamente maltratada con las comunicaciones y ahora sufrimos las consecuencias en carne propia. ¿O hay que recordar el historial de la variante de Pajares, el estado lamentable de nuestro ferrocarril de cercanías, las comunicaciones con el Occidente, el peaje del Huerna, la autopista del mar que no arranca, o un aeropuerto mal conectado? Mientras en otros lugares los compromisos se hacían realidad, aquí cualquier inversión se transformó en (días no) décadas de la Marmota. Todo suma… en contra.

Desde 1998 Asturias ha perdido 140.000 jóvenes. No se van porque no les guste Asturias, se van porque Asturias no les ofrece lo que necesitan: básicamente, un trabajo que conlleve un desarrollo vital. Y una vivienda asequible en la que asentarse. Hablamos sencillamente de expectativas. No olvidemos que cuando un territorio pierde los sectores más innovadores y mejor formados hipoteca irreversiblemente su futuro.

No hay fórmulas mágicas que descubrir. Al contrario, solo hay que aplicar el sentido común: sin trabajo no hay porvenir y sin servicios públicos no hay bienestar. Sin poder llegar a final de mes es imposible plantearse tener familia por muchos cheques que ofrezcan algunos. Y sin un sistema tributario justo que permita buenas políticas públicas con recursos y servicios de calidad difícilmente se ayudará a la causa. Y sí, evidentemente serán positivas otro tipo de medidas complementarias para retener el talento, asentar población en el medio rural…

Abordar el reto demográfico supone desarrollar políticas transversales, con recursos económicos extraordinarios (porque el desafío lo es), que eviten el éxodo laboral de nuestra población joven y faciliten la accesibilidad a los servicios públicos de calidad, además de una política económica con empleo decente y salarios dignos que la sustenten.

Esto no va de optimismo o de pesimismo, esto va de analizar la realidad concreta, de identificar problemas y solucionarlos, de replicar lo que se hace bien, y aprovechar las oportunidades para apostar por una Asturias en la que vivir y trabajar. Como primer sindicato seguimos comprometidos con esta tierra, como hemos hecho siempre. Pese a las adversidades, el futuro no está escrito. Y está en nuestra mano.

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