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Manuel Gutiérrez Claverol

Grave dependencia del litio

Las posibilidades de España para paliar la carencia de un metal esencial para la industria puntera europea

El litio es un elemento químico alcalino de símbolo Li y número atómico 3, constituyéndose como el metal más ligero, blando y blanco. Dado su carácter univalente, no se encuentra libre en la naturaleza, siendo habitual su presencia en dos yacimientos geológicamente dispares. Por un lado, está asociado a rocas pegmatitas graníticas, formando parte de minerales tales como lepidolita (grupo de las micas con Li), espodumena (un compuesto de óxidos de silicio, aluminio y Li) o ambligonita (un fosfato con flúor, aluminio y Li). Asimismo, aparece en depósitos evaporíticos tipo salmueras (en forma de carbonatos, hidróxidos y cloruros) dentro de los salares, de manera especial en los andinos (Uyuni, Atacama…), en este caso su génesis deriva de aguas geotermales y/o de la lixiviación de rocas volcánicas.

Es un material utilizado en aleaciones conductoras del calor y en baterías eléctricas, por lo que ha sido designado como el "nuevo petróleo blanco", en base a su enorme interés para la automoción. Su demanda aumentará de manera exponencial ya que el coche eléctrico requiere cantidades ingentes de litio –y también de otras materias primas– prácticamente ausentes en el subsuelo de nuestro entorno. La duda estriba en si existe suficiente cantidad del mismo para alimentar a los miles de millones de coches previstos para dentro de unos años.

Estamos viviendo tiempos de desasosiego en Europa, pues dependemos de los hidrocarburos rusos, pero tampoco podemos caer en manos de terceros para proveernos de recursos minerales, con China a la vanguardia, dado que ese país controla el 60% de la extracción del metal.

Se encuentra en fase de elaboración una directiva cuya estratagema es conseguir componentes imprescindibles para la transición energética que demandan, especialmente, las baterías de los coches y las placas fotovoltaicas, así como incentivar su extracción y pergeñar una política común ante las exportaciones de los mismos. En definitiva, se pretende posicionar a la Unión Europea como pieza clave en la fabricación de acumuladores para tracción electromotriz ausente de emisiones, lo que conllevaría extraer litio y procesarlo in situ. Aunque el futuro parece prometedor, hay señales de alarma sobre la cadena de suministro pues no solo se precisa para fabricar baterías, sino también ordenadores portátiles, telefonía móvil, aviones, trenes, etc.

España cuenta con el criadero de litio potencialmente más grande de Europa, tanto en volumen de reservas como en el rendimiento previsible (unos 1,2 millones de toneladas anuales de materiales, lo que daría lugar a 30.000 toneladas de combinados de litio). Se trata de la mina de Las Navas, ubicada en Extremadura concretamente en el municipio cacereño de Cañaveral; su configuración geológica corresponde a un haz de diques de pegmatitas graníticas conteniendo minerales citados al inicio del artículo. De este modo Extremadura se confirma como "la tierra prometida del litio", pues al yacimiento de Las Navas hay que sumar el de San José de Valdeflores, próximo a la ciudad de Cáceres, igualmente en fase de proyecto.

Un informe actualizado de tal propósito fue presentado recientemente por la empresa Lithium Iberia (filial de la minera australiana Infinity Lithium) ante la Junta de Extremadura. De ser aprobado, podría comenzar su explotación a lo largo de 2023 y el suministro a los fabricantes a partir del año 2025, fecha clave por coincidir con la puesta en escena de la megafactoría del Grupo Volkswagen en Sagunto (Valencia) orientada a fabricar baterías.

Aunque se trata de un elemento considerado estratégico y claramente vinculado con la nueva economía verde, varias asociaciones ecologistas muestran su disconformidad, atribuyendo al plan severos impactos ambientales al generar la minería a cielo abierto que se pretende llevar a cabo durante los seis primeros años de la actividad –pronosticada para tres decenios de duración–, un deterioro en el paisaje, amén de una perniciosa incidencia sobre los hábitats; es muy popular el dicho de que ¡nadie quiere una mina al lado de su casa! Por su lado, la empresa responsable anuncia que la explotación se alimentará con energía fotovoltaica proveniente de una planta cercana y que están previstas labores de restauración durante la etapa extractiva.

Lo que parece ineludible es la existencia de una cierta fiebre minera en nuestro país –con unos 25 expedientes de solicitud abiertos de sustancias metálicas–, buena opción para no depender de las materias de consumo prioritario de países foráneos que, ante una adversidad sociopolítica, nos pueden dejar en la estacada, esa es la situación que vivimos con la invasión bélica de Ucrania por Rusia y las nefastas consecuencias económicas que resultan de la misma en la propia Unión Europea y en otras partes del mundo. Debe exigirse, sin ambages, que la actividad minera sea lo más sostenible posible y que no se prodiguen los desastres ecológicos acaecidos en épocas pasadas.

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