La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

¿Son culpables los padres de un asesino en serie?

La popular serie "Dahmer" reflexiona sobre la responsabilidad de la familia en la forja de un criminal

Ilustración: Pablo García

Los grandes asesinos atraen nuestra atención como un imán. Cuando más sanguinarios, terroríficos o sádicos, más nos interesan. Basta ver los títulos más vistos en las plataformas para comprobar que el morbo de los serial killers nos cautiva. "Conversaciones con asesinos", "Mindhunter", "Dexter", "La serpiente", "El destripador de Yorkshire"… Si las historias, además, están basadas en hechos reales, aún nos atraen más. ¿Cómo una persona como nosotros, nuestro vecino de al lado que parecía tan normal, puede convertirse en un monstruo? Es la gran pregunta para la que no acabamos de encontrar respuesta.

El último gran éxito es "Dahmer" –lo más visto ahora en Netflix–, creada por Ryan Murphy, acreditado por la muy popular serie "American Crime Story". Nos cuenta, sin omitir un solo detalle escabroso, la historia de Jeffrey Dahmer, conocido también como "el caníbal de Milwaukee". Entre los años 1978 y 1991, no sólo asesinó a diecisiete hombres –en su mayoría negros y gays–, sino que los descuartizó y practicó canibalismo y necrofilia con sus cadáveres, entre otras maldades inimaginables. Aunque fue diagnosticado por los psiquiatras de diversos trastornos extremos de la personalidad, en el juicio se dictaminó que Dahmer estaba cuerdo a efectos legales.

"Dahmer" no es una serie más sobre criminales sanguinarios. Aporta un punto de vista que rara vez se aborda en este tipo de historias: la presunta culpabilidad de las personas que rodean al asesino y, más en concreto, de los padres. El padre de Dahmer era químico de profesión, un hombre siempre centrado en su trabajo, que apenas dedicó tiempo a su hijo. Y cuando lo hizo fue para transmitirle una de sus aficiones: diseccionar animales y comprobar cómo afectaba a los huesos su tratamiento con diversos productos químicos. Destreza que el joven Dahmer demostraría años después con los cadáveres de sus víctimas.

La madre padecía fuertes crisis depresivas, era adicta a los narcóticos, y acabó por no levantarse de la cama. Incluso intentó suicidarse y a punto estuvo de conseguirlo. La situación familiar era totalmente disfuncional, con continuas peleas y desavenencias que terminaron en la separación. En teoría la madre se hizo cargo de su hijo, pero lo abandonó y le dejó viviendo solo durante meses en su adolescencia, tiempo en que el muchacho acabó convirtiéndose en un alcohólico y en un experto en la disección de animales muertos.

Obviamente, la propia sociedad tiene su parte de responsabilidad. La vecina, puerta con puerta, de Dahmer avisó en incontables ocasiones a la policía de los olores fétidos que procedían de la casa contigua, de los muchachos que entraban en la casa y nunca salían. Siempre fue desoída. Por no hablar del racismo, la homofobia y la nula atención de las autoridades a los barrios marginales.

La historia de Dahmer es un caso extremo, pero pone al descubierto muchos de los males de la sociedad actual. Empezando por la creciente desestructuración de las familias. Siguiendo por una cada vez mayor renuncia a la educación de los hijos, dejándola en manos de los colegios, que obviamente no pueden enmendar lo que sucede en casa. O por una relajación de la formación, cada vez más ocupados en nuestras propias cuitas,

La paternidad, muchas veces asumida sólo por las madres, es un trabajo duro. Probablemente por eso cada vez se producen menos nacimientos. No es casualidad que las estanterías de la librerías estén repletas de títulos tan significativos como "No madres", "#madres arrepentidas", "Quién quiere ser madre" o "Maternidades subversivas", por citar solo algunos.

A todo ello hay que añadir lo mal vista que está la asunción de la culpabilidad –o responsabilidad– en el mundo presente, en el que hasta los psicólogos nos advierten de sus nefastos efectos para nuestra estabilidad emocional. El propio Dahmer, que desde el primer momento confesó y admitió su culpabilidad, mencionó de pasada en el juicio un dato muy significativo. De niño se sentía "inseguro de la solidez de la familia". ¿Tuvo eso algo que ver el comportamiento de sus padres o nació ya predestinado a ser un asesino sin escrúpulos? Esta es la gran pregunta para la que no acabamos de encontrar respuesta.

Compartir el artículo

stats