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Víctor Fernández Coalla

Maternidad

Una reflexión sobre Oviedo y "La Gorda" del maestro Fernando Botero

Con alguna frecuencia y en determinados países se ha despertado una reacción contraria a la existencia de ciertos monumentos. Dichos pensamientos críticos se sustentan bajo la nueva perspectiva del mal entendido presentismo de que hay monumentos erigidos en el pasado que a la luz de la información o mentalidad actuales se pueden remover porque lo que representan atenta contra los valores de la sociedad actual; peligrosa frontera donde siendo agudos con la historia, nos llevaría a juzgar –muchas veces y en muchas más situaciones–, a sociedades enteras de un pasado que la mayor parte de las veces nunca ha resultado ser mejor. Aceptar que la historia con sus luces y sus sombras tiene esas contradicciones es una cuestión de elevada educación y grados de madurez.

En el paisaje escultórico de nuestra capital destaca especialmente una obra de arte del boterismo más explícito y universal. Una pieza, que además de ser obligado "punto de encuentro ciudadano" desde que se instaló en 1996 en la céntrica plaza donde en siglos pasados se vendía nuestro cereal más autóctono, resultó ser una sublime muestra de arte urbano –humano y mundano– a la vez.

"La Gorda" nos representa hoy a los carbayones presentes y ausentes como una madre complaciente y protectora a la vez, de mirada un tanto perdida y lejana hacia el horizonte del monte Naranco y las cumbres de nuestra Cordillera Cantábrica –col guaje nel regazu– que dirige su vista con los brazos abiertos y esperanzados, hacia la más alta y noble de nuestras instituciones democráticas llariegas, como diría el recordado escritor Luis Arias Argüelles-Meres.

Miradas ambas, cómplices y armoniosas –con el sutil tono de sarcasmo característico de las obras del artista de Medellín–, las lecturas de la escultura en bronce del maestro Fernando Botero nos hacen reflexionar acerca de lo grande y positivo que el arte es capaz de inspirar en nuestras conciencias cívicas, en nuestro sentido de identidad y de unidad en la diversidad, en la aceptación de iconos con discursos estéticos bellos y argumentos comunes. Aportando valor y significación además, a través de la colaboración público-privada, recordando que Telecable fue la empresa que a través del mecenazgo adquirió la obra del artista colombiano para disfrute de la ciudad y de todos sus visitantes.

Otro colombiano ilustre, el antropólogo Manuel Zapata Olivella tiene una bella frase en uno de sus libros, que traigo a colación: "Afirman los cosmonautas que desde el espacio extraterreste la serpiente de piedra de la Muralla China aparece como una cadena más entre las montañas de la Tierra. Hecho asombroso que nos siembra la ilusión de que el hombre tiene en sus manos la formula para salvar la vida y el planeta: hacer de la cultura un paisaje armosioso con el hábitat natural". Tal vez nuestra querida Vetusta se perciba desde lo alto como unas diminutas cuentas de piedra dispersas sobre los tejados de los que solamente sobresale altiva "la torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne".

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