Intercambiar territorio ocupado por vincular Ucrania a la OTAN

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Es una propuesta ciertamente polémica la que ha hecho el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger para poner fin a la cada vez más sangrienta y destructora guerra de Ucrania en un artículo publicado en una revista conservadora británica. Para Kissinger, político al que hay que situar en la escuela realista de relaciones internacionales y que no cree ya posible una victoria militar de ninguna de las partes, ha llegado el momento de buscar la paz mediante negociaciones. A estas alturas, argumenta el ex diplomático, la neutralidad de Ucrania perseguida por el presidente ruso, Vladimir Putin, y con la que justificó su invasión, no tiene sentido. Y menos aún después de que Finlandia y Suecia solicitasen su ingreso en la OTAN.

Por primera vez en la historia moderna, Ucrania se ha convertido gracias al continuado y masivo apoyo militar de Occidente y a la "inspiración" de su actual presidente, sostiene Kissinger, en un gran Estado de Europa central, dotado además de uno de los ejércitos de tierra más importantes y eficaces de todo el continente. Un eventual proceso de paz como el que él propone debería por tanto vincular de alguna forma a Ucrania con la Alianza Atlántica, a cambio de lo cual Kiev debería a su vez aceptar las líneas de fuego existentes antes del comienzo de la invasión rusa. Es decir, Crimea y partes del Donbás, aunque no las conquistas territoriales posteriores rusas, territorio este último que Moscú debería devolver enteramente a Kiev y que podrían ser posteriormente objeto de negociación. En todos los territorios ucranianos que históricamente han "cambiado repetidamente de manos a lo largo de los siglos", deberían celebrarse referendos garantizados internacionalmente para decidir su futuro, argumenta Kissinger, según el cual habría que "explorar el principio de autodeterminación".

El proceso de paz por el que aboga el ex secretario de Estado debería tener como objetivos "confirmar la libertad de Ucrania" y definir "una nueva estructura internacional" con especial atención a la Europa central y oriental y en la que, sostiene aquél, Rusia podría tener eventualmente cabida. Kissinger se muestra en total desacuerdo con quienes, como los halcones del Departamento de Estado norteamericano o los gobiernos de Polonia o los Bálticos, hablan de hacer sangrar a Rusia. En su artículo para "The Spectator", titulado "Cómo evitar una nueva guerra mundial", el ex secretario de Estado reconoce que Rusia "ha hecho aportaciones decisivas al equilibrio global a lo largo de medio milenio" y no se debería en ningún caso menospreciar su papel histórico.

Prudentes palabras de quien cumplirá un siglo de vida el próximo mes de mayo y que pasará a la historia por haber propiciado el diálogo de EEUU con China, pero también por su complicidad con el golpe de Estado del general Pinochet en Chile y con regímenes dictatoriales de medio mundo.

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