Generación Benedicto

Se sabe que, cuando en 1977 hubo que proveer de pastor a la diócesis de Múnich y Frisinga, Pablo VI designó al teólogo Joseph Ratzinger. Sin embargo, el nombre de este no figuraba en la relación de candidatos presentada al Papa.

Fue elegido "fuori terna", es decir, sin estar entre los tres nombres de la lista confeccionada para que el Pontífice eligiese a uno de ellos y lo nombrase arzobispo de Múnich. De modo que, por la estima personal que sentía hacia Ratzinger, al que se ve que conocía bien, Pablo VI lo hizo obispo y, en el consistorio de 1977, lo creó cardenal.

Juan Pablo II reconoció en el teólogo alemán, con total acierto, los rasgos que mejor convenían al que debía ser Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero no hay que perder de vista que Ratzinger fue obispo y cardenal de Pablo VI, y que fue este quien le abrió en realidad las puertas al sumo pontificado. Las demás funciones eran ya solamente encargos. Importantes, claro que sí, pero, a la postre, nada más que eso: tareas que se le confiaban.

Cuando, el 19 de abril de 2005, ya elegido Papa, Joseph Ratzinger salió, en su primera aparición pública, al balcón de la fachada de la basílica de San Pedro, para impartir la bendición, a muchos nos evocó, por su tono de voz y por sus gestos, a Pablo VI. Aunque, a decir verdad, este nunca habría vestido una camisa negra, con los puños a la vista, bajo la sotana blanca como hizo Benedicto XVI.

En el mes de agosto de 2005 tuvo lugar, en Colonia, la 20.ª Jornada Mundial de la Juventud, a la que asistió Benedicto XVI. En esa ocasión nació una asociación católica que se denominó "Generación Benedicto". Se expandió por varios países y llegó a constituirse también en España.

Eran jóvenes que se sentían plenamente identificados con el Papa Ratzinger. Y su línea de pensamiento consistía básicamente en esto: así como Juan Pablo II había logrado entusiasmarlos con Cristo y la Iglesia, querían que Benedicto XVI les dijese por qué.

Esos jóvenes de la "Generación Benedicto" se han hecho ver y oír en estos días de luto papal, y no han desaprovechado ni una sola de las ocasiones que se les han presentado para manifestar ante el mundo su inmenso aprecio y respeto hacia la persona de Benedicto XVI.

Porque existe, en verdad, una "Generación Benedicto". Una "Generación Benedicto" que sobrepasa los límites de la arriba mencionada asociación católica y se compone de un número altísimo de hombres y de mujeres, de entre 30 y 45 años, que afirman rotundamente: "Mi Papa es Benedicto XVI".

Pues bien, a esa bolsa inconmensurable de potencial humano y eclesial, que es la "Generación Benedicto", me atrevo a sugerirle:

a) Que lea, sin solución de continuidad, como una unidad, los escritos de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

b) Que haga frente como grupo, tras haberse nutrido del fortísimo magisterio de esos tres papas, a la corriente de pensamiento disolvente que está deconstruyendo y secularizando a sus coetáneos generacionales, con los que comparten pasillo en los colegios y eventos recreativos a los que acuden sus hijos.

c) Que desarrolle una sabia y eclesial hermenéutica, bajo la Luz que indefectiblemente ilumina a la Iglesia, de las dos cuestiones que Benedicto XVI señaló en el penúltimo párrafo de su testamento espiritual: las ciencias naturales y la investigación histórica sobre Jesucristo. Son de la mayor importancia. "¡No os dejéis confundir!", escribió.

Y es que a Benedicto XVI le va a suceder lo mismo que a Pablo VI, su mentor, cuya figura, tras haber estado durante algunos años, después de su muerte, en un discreto lugar, su figura y sus enseñanzas al Pueblo de Dios están cobrando nuevamente gran auge en la Iglesia.

Así también Benedicto XVI. No hemos visto aún todo lo que, para el fortalecimiento de la adhesión de los jóvenes a la fe cristiana, pueden dar de sí su pensamiento, su teología y su magisterio, pero los frutos que han de producir, en un futuro más bien próximo, serán, sin que quepa el menor género de duda, abundantes, enjundiosos y duraderos.

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