Competitividad

Davos y el modelo productivo globalista

El fin de las clases medias

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Urbano Rubio Arconada

Urbano Rubio Arconada

Se reúne el Foro de Davos con una agenda en el que se da por finiquitado el modelo económico y productivo actual. Caminamos, muy rápido y sin tregua, hacia un nuevo periodo económico calificado como "policrisis" y que el Deutsche Bank definió como: "el ciclo económico del caos". Afecta a todo el mundo, aunque de forma desigual en función de la fortaleza de cada país. España se sitúa en la parte dominada del nuevo modelo por ser dependiente energética, económica y militarmente. Después de la Segunda Guerra Mundial todo estaba por crear y surgió una boyante revolución industrial. Los magnates de la época, concluyeron entonces que había que crear un modelo económico donde gran parte de la sociedad, la trabajadora, dispusiera de un nivel de vida suficiente que les permitiese autogestionarse y mantenerse alejados de la discordia entre clases sociales que había propiciado que el mundo se viera envuelto en continuas guerras. Se crearon las clases medias, se ensancharon las bases sociales y, según los méritos, los hijos de los humildes podían prosperar socialmente, algo prácticamente impensable en generaciones anteriores. Pero esto se acaba. Las oligarquías y élites fetén libérrimamente dan por concluida a aquella sociedad diseñada a mediados del siglo pasado, donde la población mundial rondaba los 2.500 millones de habitantes en el mundo, donde se requería mucha mano de obra para dinamizar una economía fabril donde las condiciones de trabajo se basaban con criterios de alta productividad. La plutocracia y sus cipayos aristócratas del gasto han visto que las clases medias de Occidente son muy costosas: tienen dos casas y dos coches por familia, viajan varias veces al año en vuelos baratos y acuden a los restaurantes con frecuencia. El recurso vital que circula por las arterias del progreso mundial: los hidrocarburos, principalmente el petróleo, se restringe. En un mundo de recursos limitados, el establishment sostiene que no hay de todo para todos todo el tiempo, por lo que la vieja clase media pasará a llamarse "ricos discontinuos" que en la práctica serán "plebe irresponsable". Las circunstancias ahora son diferentes. Actualmente acabamos de contabilizar 8.000 millones de habitantes, con mayor número de mayores de sesenta y cinco años que de niños; y lo que se proyecta para el año 2050 es que se alcance los 10.000 millones en el mundo, con África como mayor contribuyente de población, salvo que una terrorífica pandemia o un intruso meteorito lo evite. Los países emergentes, China e India –que contaminan más que América y Europa juntas–, y que representan –por sí solos– la mitad de la población mundial, no ven con la misma perspectiva esta situación de restricciones e intentan beneficiarse del "caos". La flor y nata de Occidente lo tienen claro: la clase media es muy cara y no hace falta para el futuro, pues la gran producción manual pasará a manos de la tecnología: la robótica, la nanotecnología, la biotecnología, la cuántica computacional, el trabajo remoto y la ciencia artificial suplantará la mayor parte del trabajo que hacen ahora los humanos, sin paros reivindicativos ni absentismo. En la letra pequeña del "plan" globalista se diseña una reducción de la población y el estrechamiento de la clase media con tres escalones sociales: la élite dominante, que se vende como talentosa, los preparados, con altos sueldos, que manipulan los chips, y una gran masa social inerte con dependencia estamental: hombres-masa sin historia y sin destino, personas de paja sin espíritu crítico educados para creer que la "nieve es negra": esclavos consumidores sin identidad religiosa ni familiar ni nacional, que reciben la realidad transfigurada por apariencias. Una población con control biométrico, dinero virtual y limitado, todo alquilado sin propiedad, una cesta de consumo condicionada a la huella de carbono que incluye leche de laboratorio o pasta de escarabajo, bebes "ectolife", internet de los cuerpos y metaverso para poder conocer todos los rincones del mundo sin moverse de casa. ¿Visionario? Ya se dice en el nuevo credo futurible envuelto en vaho de eco-pebetero: "no tendréis nada y seréis felices". Aunque de esto último no estoy yo tan seguro.

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