El nivel de incompetencia

Sobre la malsonante propuesta universitaria "Mexastur"

Carlos Fernández

Carlos Fernández

En los inicios de la Segunda Guerra Mundial el ejército inglés en Grecia, que aún no contaba con el radar, creó un sistema para conocer los movimientos alemanes; lugareños dispersos por el país fueron dotados de teléfono, y cuando pasaba por encima la aviación enemiga, el vecino que disponía del equipo llamaba. Un oficial en el Estado mayor marcaba el punto sobre un mapa. Imaginemos que el aviso había llegado de Tesalónica. Solo hacía falta esperar a la segunda llamada, unos minutos más tarde. Si la misma era -supongamos- desde Casandra, el oficial marcaba el lugar, unía ambos puntos por una recta y obtenía el rumbo de los aviones. No había más que prolongar la recta para descubrir que su objetivo era Atenas. Algo así acaba de suceder en Asturias. El primer punto sobre el mapa fue el traslado de la Escuela de Minas fuera de Oviedo. Desconozco los pormenores de la decisión capitaneada por el actual Rector, y por tanto nada puedo decir pues me falta información. Puede que se tenga razón en ello, o no. Pero no es sustancial, lo relevante del caso es quien la lideró. Intentaré razonarlo: uno de los problemas más viejos, graves y tristes de nuestro Principadín es la división; Oviedo contra Gijón y viceversa. Quinientos mil asturianos enfrentados por el localismo, asunto de la misma naturaleza y toxicidad que los nacionalismos, los que sean. Es de evidencia cegadora que aunque se diesen razones de peso para sacar Minas de Oviedo, un rector, de Gijón, jamás podría decidirlo. Podría dejarlo preparado para que lo ejecutase otro, pero él no. Por una razón muy sencilla: porque entonces sucede lo que ha pasado: que muchos ovetenses han interpretado la medida como una acción sucia de un gijonés, sea o no sea cierto. El daño, el gran daño, está hecho; más gasolina a la hoguera. Por la misma razón por la que un ovetense no puede decidir una medida lesiva para Gijon, por ejemplo, vender la Laboral a una empresa china, aunque de esa forma resuelva la riada de dinero que consume. Resumen: un gran daño a la cohesión tan necesaria de nuestra Asturias. Para mi tranquilidad espiritual opté por calificar la medida de un error inmenso, pero error, del actual rector, sin profundizar más. Todos nos equivocamos, y ya está.

Pero ayer saltó el Mexastur. Segundo punto en el mapa. El actual rector tiene que saber, aunque ya lo dudo, que el ridículo corroe más que el sulfúrico y el dinero, los dos grandes abrasivos. Aún no salimos de la risión –hasta en Francia– de los trenes que no caben en los túneles. Ahora toca "mexar". Prolongué la recta que unía las dos acciones; evidente: este señor ha llegado a lo que se llama "su nivel de incompetencia". Es conocido el proceso: cada uno asciende en la vida hasta llegar al nivel de incompetencia. Yo llegué a él mucho más abajo que el actual rector y no pasa nada, es algo natural. Eso sí, cuando se alcanza, si se posee nobleza, hay que irse. Por una razón fácil de entender: el telegrafista no puede pilotar un trasatlántico, porque no tiene el nivel preciso y en este caso ya ha encallado dos veces.

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