Billete de vuelta

El hombre que plantaba árboles

Francisco García

Francisco García

Elzeard Bouffier era un pastor francés que invirtió una extensa cronología de su vida en convertir un páramo desértico de una remota región de los Alpes próxima a La Provenza en un frondoso bosque. Durante décadas, Elzeard plantó cien árboles al día, sin descanso, sin festivos. Con infinita paciencia, abría un agujero con su azada en aquel suelo áspero y plantaba bellotas. De esa manera, cuando el pastor ya era anciano, había crecido en aquel valle asolado un bosque frondoso de decenas de miles de ejemplares.

Lo que antecede es el argumento de un relato breve del escritor galo Jean Giono, "El hombre que plantaba árboles", que data de mediados del pasado siglo. Y que viene a cuento para referir una conmovedora historia que me contaron ayer, la de una pareja de ancianos que habita en una aldea prácticamente deshabitada próxima a Canero, en el concejo de Valdés, que vio cómo los incendios de las pasadas semanas arrasaron el arbolado que desde jóvenes habían visto crecer desde su escasa hacienda, que habían cuidado con esmero y que se había convertido en su seguro de vida, su ahorro para una vejez segura, una vez cobrado el rendimiento de la tala.

Los fuegos recientes han agredido gravemente a la naturaleza asturiana, pero también a habitantes del medio rural que han quedado sin nada. Y a los que algunos, interesada y torticeramente, se empeñan en criminalizar, para justificar la ineficacia política y administrativa. Muchas carreras universitarias se han financiado durante décadas en esta región por medio de la pequeña economía forestal. Apuntar el dedo acusador sobre inocentes es una desvergonzada indecencia. Como hacer que paguen justos por pecadores.

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