La espiral de la libreta

La vida como un inmenso malentendido

Para complicar el entendimiento, solo faltaban las limitaciones de Whatsapp

Olga Merino

Olga Merino

La otra mañana, en un club de lectura de la librería Finestres –¿por qué no se anotarán más señores al placer de compartir la experiencia lectora?–, estuvimos conversando sobre la novela "Expiación", tal vez la obra más redonda del británico Ian McEwan. La narración arranca en el día más caluroso del verano de 1935, en una gran casa de campo en el condado de Surrey, desde uno de cuyos ventanales Briony, una niña de 13 años, observa una extraña escena en la distancia del jardín: su hermana mayor, Cecilia, se mete en ropa interior dentro de una fuente, mientras su enamorado, el hijo de la mujer de la limpieza, la mira impaciente con los brazos en jarras. Enseguida, la joven coge un jarrón de flores, en el que la niña no había reparado, y echa a caminar empapada en dirección a la casa. A partir de ahí, se encadenan una serie de acontecimientos que Briony, la protagonista, con una frondosa imaginación, interpreta a su manera para acomodarlos a una versión que acaba arruinando la vida de los tres. "La verdad se había tornado tan espectral como una invención". A la postre, no habrá expiación posible para su error.

El malentendido constituye un fértil tema literario por lo menos desde "Romeo y Julieta", desde esa escena final en que una maldita carta no llega a su destino y el enamorado Montesco ingiere el veneno. Lo malo es que la confusión también permea el día a día, generando a veces situaciones cómicas y otras, incómodos desencuentros. Con los amigos, en el trabajo, con la familia y los amores. De forma inconsciente, prejuzgas a los demás observándolos con una lente concreta, la tuya, que transforma en evidencias meras interpretaciones.

Crees conocer al otro, y automáticamente le adjudicas funcionamientos internos, motivaciones e invisibles propósitos. Para acabar de complicar el asunto, solo faltaba el Whatsapp; en la sesión de McEwan nos reímos bastante con los equívocos que genera la aplicación por la rapidez, las caritas de los emoticonos, los signos de puntuación al buen tuntún y la falta de contexto, gestualidad y carne.

El escritor norteamericano Philip Roth reflexionó respecto de las tergiversaciones vitales en "Pastoral americana", donde su "alter ego" Nathan Zuckerman concluye: "Vivir consiste en malentenderlo, malentenderlo una vez y otra y muchas más, y entonces, tras una cuidadosa reflexión, malentenderlo de nuevo. Así sabemos que estamos vivos, porque nos equivocamos". No parece mala premisa para funcionar: dar por hecho que comunicarse, llegar a vislumbrar al otro, es un pequeño milagro.

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