Opinión | Soserías

Jardiel, suspendido

La cancelación de una obra teatral por un presunto delito de su autor

Ha saltado a la actualidad el nombre de Enrique Jardiel Poncela con motivo de la suspensión de una comedia representada en Madrid que lleva su apellido en el título. Es lástima que Jardiel sea noticia por eso y no por la obra seria y concienzuda que dejó para burlarse de todo lo que de pintado hay en la sociedad.

"Humor se escribe con r" escribí yo hace tiempo. Con "r" de rebelde porque, si algo es el humor, es rebeldía, iconoclastia, no dejar títere con cabeza, disparar contra todo lo que se mueve, no con una pistola sino con la pluma humeante. La pluma que va describiendo la silueta de tanto mentecato como hay suelto por el mundo, tan fichado como vacuo.

¿Qué diría hoy un personaje como Jardiel de lo que acontece en España? Reescibiría sus títulos: "Pero ¿hubo alguna vez once mil progresistas?", "La tournée de un presidente", "Espérame en el Falcon", "Los asesores somos gente honrada", "Madre, el esperpento padre", "Vd tiene ojos de mujer transversal", "Escríbeme la tesis, vida mía"… y así seguido.

Jardiel tenía unos ojitos pequeñitos porque no quería ver lo que veía pero ¡vaya que si lo veía! Gastaba un bigote de la época y todo él, pese a ser bajito, proyectaba una sombra de gigante, de gigante pedagógico.

Lo cierto es que ahora han suspendido una obra con su apellido. Me explica alguien enterado:

–Es que su autor ha sido denunciado por unas mujeres y el fiscal ha presentado una querella.

A mí me parece muy mal que un señor, por mucho que escriba teatro y que sea pariente de Jardiel, como es el caso, se dedique a interferir en la vida ajena cuando la titular de la vida ajena no lo consiente. Así que adelante con la acción del fiscal y que el juez en un futuro (que será de una lejanía bíblica) acredite la veracidad de las afirmaciones de los implicados, acusadoras y acusado.

Dicho esto, le pregunto a mi enterado informante:

–Pero ¿la obra es buena o no?

–Es que si su autor ha cometido un delito ya no se puede representar.

Le explico que este conflicto lo tiene resuelto la Santa Madre Iglesia desde hace siglos cuando distinguió entre el sacramento y quien lo administra. Esto lo decían en latín pero aquí vale el romance castizo.

Estamos ante el descubrimiento de la transmisión de la gracia por la Iglesia en cuanto institución.

Con este salto discursivo se concluye que es el teatro, la obra, sus actores y actrices (la Iglesia) quienes imparten la gracia (el disfrute de la obra) sin importar si el autor está o no en pecado.

Mi informante no parece muy convencido pero, al despedirnos, le digo:

–En las muertas disputas teológicas encontramos pepitas de oro para descifrar la vida y sus enigmas.

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