La gran coalición

Francisco García

Francisco García

A muchos dirigentes del PP, incluidos algunos asturianos, que lo reconocen en voz baja, les pone un nudo –o un Nodo– en la garganta la reciente alianza con Vox, aunque la consideran necesaria para desbancar a los socialistas allá donde se pueda, con la vista puesta en los idus de julio. Lo mismo ocurrió a ciertos barones socialistas, que después de apretarse la nariz con una pinza, tragaron a cucharadas soperas los acuerdos de su partido primero con Podemos y después con ERC y Bildu, y que han conducido, como ellos se temían, al sanchismo a la travesía por la laguna estigia. 

Resulta divertido, cuando no chocante, que los mismos que pactaron con secesionistas y filoterroristas pregonen anatema en los acuerdos del PP con lo que crece a su derecha, como si los apaños de la izquierda estuvieran benditos de incienso y los otros bañados de azufre luciferino. Se antoja miserable que los que se encamaron con el sindicato de hombres del saco alerten ahora de la llegada inminente del coco por la acera de enfrente.

PP y Vox mantendrán frecuentes tiras y aflojas pero los de Abascal no deberían perder de vista la realidad de la aritmética, moderar sus apetencias y no pedir más que la boca de un fraile. Si les ciega la ambición, acabarán como Podemos y Ciudadanos, condenados a la irrelevancia por extraviar sus objetivos y medir mal sus estrategias.

No habría que recurrir a las alianzas con los extremos si los dos partidos mayoritarios se sentaran de una vez y ofrecieran a la ciudadanía, en aras del bien común, una gran coalición. Tal solución, aunque impensable, debería explorarse. Déjennos soñar despiertos por el buen acomodo de un país acostumbrado a conducirse entre el mal y el peor.

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