Einaudi, casi perfecto

Mar Norlander

Mar Norlander

Veinte años hacía que Ludovico Einaudi no se sentaba a escribir un álbum para piano solo y la soledad del confinamiento fue la mejor excusa para que brotaran las ideas. De ahí surgió "Underwater", con doce piezas fácilmente identificables con su estilo personal y algunos cortes de gran belleza.

Y después de varios meses de gira llegó a Asturias a un escenario, a priori, ideal: la preciosa plaza del Centro Niemeyer en una noche con gran fortuna climática y una temperatura fantástica. Desde el aspecto visual y emocional el lugar no podía ser más romántico, pero en cuestiones de acústica no resultó tan satisfactorio como era de esperar, porque el sonido se expandía en exceso y quedaba escaso. De hecho, por momentos se oía más el ruido de la autopista cercana que las tibias notas del piano. Yo estaba cerca del escenario y así lo percibí, así que no quiero imaginarme cómo lo escuchaban los de las últimas filas entre 3.000 butacas. Mala previsión en la distribución de la amplificación, porque para escuchar un concierto de este tipo necesitas que el sonido te envuelva y te llene.

Al margen del sonido la interpretación resultó exquisita. Einaudi toca en directo igual que lo hace en la grabación. No hay ni una nota fuera, ni una tecla mal ejecutada, amén de la buena interpretación de sus acompañantes, Federico Mecozzi (violín), Redi Hasa (violoncello) y Francesco Arcuri (percusión). Esas sonoridades oníricas y a veces chirriantes que salen del chelo y el violín contrastan con la frialdad y la dulzura del piano y forman una amalgama de timbres que hacen del estilo de Ludovico único.

Y después de escuchar "Underwater" y varios éxitos como "Una mattina", "Nuvole Bianche" y "Divenire" el amable público que se había reunido en el Niemeyer le rindió una sonora ovación durante varios minutos, cerrando así una noche que podría haber sido perfecta.

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