La apuesta del tren-cremallera

El sistema elegido en los Alpes fue en cambio descartado en Asturias

J. M. Carbajal

J. M. Carbajal

Llevo muchos años reivindicando la apuesta por el tren de cremallera a los Lagos de Covadonga como alternativa a los autobuses-lanzadera del operativo del plan de transporte en esa zona de la vertiente asturiana del parque nacional de los Picos de Europa. Ayer, por desgracia, se registró un accidente en esa angosta carreterita que une el santuario mariano con el área de servicio de Buferrera, la vía con nombre técnico CO-4 y en la que tiene competencias el Principado de Asturias.

Afortunadamente, dentro de la gravedad, la cosa no pasó a mayores y encima en una de las épocas de mayor volumen turístico en la zona, casi a las puertas del largo fin de semana de Les Piragües

Desde hace tiempo, la última vez hace justo casi un lustro, el Partido Popular de Asturias, apoyado por el PP de Cangas de Onís –goza de mayoría absoluta en el Ayuntamiento–, apuesta por la construcción de un tren de cremallera. Sería una línea de 9,8 kilómetros de trazado, cuyo itinerario se planteaba que discurriera en dos terceras partes fuera de los límites de la vertiente canguesa del parque nacional. Contaría con una vía de 80 centímetros de ancho y su velocidad media oscilaría alrededor de los 25 kilómetros/hora, con posibilidad de aumentarla hasta los 45 km/h. El flujo de usuarios llegaría a los 900 por hora.

El punto de partida del citado tren cremallera se situaría, salvo cambios o mejoras del itinerario, en el área de servicio Llerices-Muñigu, lugar en el que se ubica uno de los parkings disuasorios para el estacionamiento de coches y autocaravanas, vinculado al actual Plan de Transporte a Los Lagos. La terminal quedaría localizada en el área de Buferrera.

A tenor de los estudios realizados antaño por los populares –aunque desde las filas socialistas, en mi modesta opinión, nunca lo vieron con claridad– el proyecto propiciaría la construcción de algún que otro túnel en algunos puntos del trazado y se buscaría minimizar el efecto de la infraestructura sobre el paisaje en el tramo final, similar a lo acontecido con el funicular de Bulnes (Cabrales).

La idea de ese proyecto comenzó a fraguarse en 1998, siendo Juan José Tielve consejero de Infraestructuras en el Ejecutivo de Sergio Marqués (URAS). De aquella se estimaba la inversión en 14 millones de euros. Algunos emprendedores del gremio hostelero y turístico del área de influencia de los Picos de Europa consideran que, de llevarse a cabo la construcción del tren de cremallera, tendrían trabajo para la gente de toda esta comarca al menos diez meses y no los dos y medio o tres de ahora.

En nada busco utilizar el marco de este accidente –¡Dios, me libre!–, sino que pretendo abrir los ojos a más de uno para que se replanteen la situación y aboguen a medio-largo plazo por el tren de cremallera.

En Chamonix, por ejemplo, uno de los lugares de montaña más visitados del Mundo, sino el que más, los turistas que eligen ese destino pueden visitar lugares tan espectaculares como Mer de Glace, Aguille du Midi o Nide d’ Aigle, entre otros muchos. A todos ellos se accede a través de trenes de cremallera o teleférico. Podían haber construido carreteras y establecer subidas en autobús. Pero, no. Los galos, suizos, austriacos o italianos se decantaron por otras opciones más ecológicas, con menos impacto y menos masificadas. Nosotros, aquí, en uno de los parques nacionales con más visitantes –eso sí, aglutinados en los meses de julio y agosto, sobremanera– seguimos con los autobuses-lanzadera. Toca meditar a la búsqueda de alternativas.

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