Divaneos

El calor funde las decisiones

Los efectos de las altas temperaturas en nuestro día a día

José Luis Salinas

José Luis Salinas

El verano, que con la llegada de septiembre afronta ya su ocaso, ha sido como casi siempre una montaña rusa de olas de calor que han supuesto que se superen los cuarenta grados durante muchísimos días seguidos. El caso es que lo que llamamos olas de calor y que hace unos años eran un fenómeno más bien raro –había un par de ellas por verano– ahora se han convertido en el estado habitual de los meses de verano. Durante los días en los que el termómetro castiga con dureza se suceden los consejos que, por norma general, están orientados más hacia un plano físico, a mantenernos hidratados y cerquita de las zonas de sombra. Habitualmente son perogrulladas, pero se ve que es necesario repetirlas una y otra vez para que no nos quememos. Entre esa ristra de consejos suele haber pocos dirigidos a controlar nuestra salud mental, un cuidado que continúa pasándose por alto.

Hace un par de años, en 2021, varios investigadores hicieron un buen repaso de la literatura científica y encontraron un dato interesante: por cada grado que aumentan las temperaturas, la mortalidad relacionada con la salud mental se incrementa un 2,2%. El porcentaje puede parecer pequeño, pero en un mundo hiperpoblado y en el que las temperaturas no paran de crecer debido al calentamiento global, debería ser motivo de alarma. Más recientemente, en 2022, otro estudio ligó directamente las olas de calor con un aumento a las visitas a urgencias por asuntos relacionados con la salud mental.

¿Por qué? En un mundo en el que lo que prima es el desorden y el caos, los seres humanos tendemos a buscar lo rutinario, a que nuestros días se parezcan entre sí lo más que se pueda (con excepciones, claro). Podemos salirnos del rail un tiempo, pero lo normal es acabar volviendo a la ruta. Hay un libro, titulado "Bases psicobiológicas del comportamiento en situaciones de crisis", viene a defender más o menos esta hipótesis. Los autores, Alicia Salvador y Luis Moya, exploran la forma en la que los factores psicológicos y biológicos interactúan y se influyen mutuamente durante situaciones de crisis, que pueden incluir eventos estresantes, amenazantes o situaciones ambientales extremas. Es justamente esto último lo que nos interesa. Los cambios meteorológicos, y en particular el calor, pueden desencadenar situaciones de crisis en ciertos contextos. Son una fuente de estrés añadido que afectan directamente al comportamiento y al bienestar emocional de las personas.

El estrés térmico tiene una influencia decisiva sobre nuestro sistema nervioso autónomo y el endocrino que, a su vez, afecta directamente sobre el comportamiento y sobre la toma de ciertas decisiones. El primero, el sistema nervioso autónomo, se encarga de regular las funciones corporales involuntarias, como la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la sudoración o la digestión. Cuando el cuerpo se ve sometido a estas olas de calor este sistema se vuelve, por hacer la gracia, algo menos autónomo y provoca un aumento de la frecuencia cardiaca y la dilatación de los vasos sanguíneos con el objetivo de que estemos algo más frescos. Al mismo tiempo, el sistema endocrino también se activa para echar una mano. O no. Juzguen ustedes mismos. Las altas temperaturas pueden desencadenar la liberación de las conocidas como hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina, que pueden aumentar la alerta y la capacidad del cuerpo para enfrentarse a esta situación.

Algo menos árido, también hay estudios que han relacionado el aumento de las temperaturas con cambios en el estado de ánimo. Las olas de calor están directamente ligados con olas de crímenes, hay también una tendencia a usar más el claxon cuanto más calor hace e incluso se incrementan hasta un 20% los accidentes de tráfico.

Las altas temperaturas pueden afectar a nuestra toma de decisiones por varios caminos. Provoca irritabilidad y cambios de humor lo que, aguas abajo, afecta a las relaciones sociales y la capacidad de comunicación. Disminuye la capacidad cognitiva, incluida la atención, la memoria y la toma de decisiones. Las personas se vuelven menos eficientes y fallan más cuando tienen que tomar alguna decisión. La exposición prolongada al calor extremo puede llevar a padecer fatiga y agotamiento físico, lo que disminuye la capacidad de las personas para funcionar de forma óptima en situaciones de crisis.

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