Un derbi para el olvido

Mario Antuña

Mario Antuña

Un derbi es como un Big Bang local. Todo se comprime hasta la eclosión del encuentro. Una contracción deportiva que absorbe lo pasado y lo que esté por venir. Solo hay un partido. Y es, por tanto, ideal para el olvido. Con un derbi se olvida el desencanto que genera el grupo Orlegi. Digan lo que digan, del "proceso" para la transformación del club hasta el infinito y más allá, arraiga la sospecha, cada día más certeza, de encontrarse en modo pausa, en espera de si España organiza el Mundial y Gijón es una de sus sedes, entonces, al rebufo del negocio, ya veremos si llega lo prometido; del esfuerzo financiero sin límites se pasa al socorrido "lo comido por lo servido", si no echen cuentas, que yo soy de letras, de lo invertido (con sus ayudas), vendido y fichado (cesiones y libres); del no es necesario vender, a vender todo lo vendible; de adquirir jugadores diferenciales, a esperar los restos del mercado; olvidar que tres delanteros pretendidos nos han hecho la cobra para irse a otros clubes porque este Sporting ha perdido pedigrí futbolístico. Hay tanto para el olvido, aunque esta temporada haya empezado mejor, que un derbi resulta terapéutico. Como el de hoy ante un Oviedo reforzado que se enfrenta a la paradoja del Almirante Cervera: salvando todas las distancias, es como si Simeone entrenase al Madrid. En el libro de autoayuda del sportinguista es imprescindible el consumo diario de "carpe diem" y sustituir el "oooommmmm" de la meditación por el "¡¡¡gooooooollllll del Sporting!!!!!". Porque lo único que en un derbi no se debe olvidar, es la obligación de ganar. ¡Que nos este chido, cuate!

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