La cuenta de la vieja

Francisco García

Francisco García

Vamos a explicar una lección muy sencilla. Tan sencilla que es de primero de básica de sentido común, por mucho que los promotores gocen de un máster en sinvergonzonería. Si el Estado condona a la Cataluña gastiza una deuda de 15.000 millones de euros, alguien tendrá que pagar semejante despilfarro. O mejor dicho, de alguna parte del gasto estatal habrá que recortar lo que se deja de recaudar. O en otro caso, alguien tendrá que pagar más para compensar el dispendio. Una de las fórmulas elementales para sufragar esa maniobra es obviamente la subida de tributos e impuestos.

Esto lo entendemos hasta los de letras, no hace falta disponer de grandes conocimientos en política fiscal o macroeconomía. Es la cuenta de la vieja: acribillar al contribuyente con el incremento porcentual de algunas figuras impositivas; reducir el gasto público en partidas del Presupuesto del Estado; o pagar más dinero por los intereses de la deuda. Cualquier de los tres caminos conducen al mismo destino: el empobrecimiento paulatino de la ciudadanía. Todo a costa de un ejercicio de cinismo, como es disfrazar el interés partidista con la razón de Estado.

La región a la que, según su criterio, España le roba, acumula una deuda tan elevada como la suma del débito de Cantabria, Galicia, Extremadura, Castilla y León, Canarias, Asturias y La Rioja juntas. En un Estado tensionado, se avecina una nueva tensión interterritorial. A ver a cuánto asciende ahora la quita a los demás, pues unos saldrán peor parados que otros. Con el agua hirviendo, más fuego a la pota.

Que no nos engañen, que la deuda no se volatiliza. Queda ahí y pesa como una losa. Todo perdón tiene un coste, salvo el que se otorga en el confesionario.