Por qué la mujer en todo el mundo vive más años

La divergencia genética con el hombre, como una clave a analizar para explicar la mayor longevidad

José Julián Rodríguez Reguero y Antonio Rosas

Tenemos la suerte de haber nacido en un país donde la esperanza de vida es de las más elevadas del mundo. Existen, sin duda, marcadas diferencias en este sensible indicador entre países y regiones geográficas. Sin embargo, es un hecho prácticamente universal la mayor longevidad de las mujeres en comparación con los hombres (ver tabla). Estadísticamente, las mujeres viven más en cualquier lugar, cultura o sistema político, siendo este hecho una de las principales características biológicas de la especie humana. Un ejemplo, de las 560 personas vivas con más de 110 años (supercentenarios) registradas por el Dr. Steven Austad, el 90% son mujeres. Además, cuando se analizan diferentes las causas de muerte más frecuentes, las cifras de varones fallecidos son siempre más altas a cualquier edad. Estamos, por tanto, ante un hecho de la máxima importancia biológica y médica.

Las posibles causas de esta longevidad diferencial entre sexos se han buscado en factores tanto sociales como fisiopatológicos. La esperanza de vida de los varones puede acortarse por la mayor incidencia de factores de riesgo tales como un consumo excesivo de alcohol, el tabaquismo y la participación en actividades peligrosas. Y en estrecha relación con esto se constata que en los hombres se da una mayor incidencia de enfermedades cardíacas (infarto de miocardio), accidentes cerebrovasculares, algunos tipos de cáncer como el de pulmón, enfermedades hepáticas como la cirrosis o enfermedades respiratorias crónicas. En sentido contrario, se esgrimen algunos determinantes que podrían contribuir a una mayor longevidad femenina relacionados con el estilo de vida tales como mayor solicitud de asistencia sanitaria o mantenimiento de una actividad física mayor a edades avanzadas, etc. Aun siendo cierta toda esta casuística, la verdad es que muchos de estos factores se dan solo en sociedades industrializadas por lo que la universal mayor longevidad femenina no se explica plenamente por enfermedades o hábitos concretos. Los fundamentos del fenómeno no parecen residir en causas exógenas. Los científicos llevan décadas buscando una explicación para la mayor longevidad de las mujeres y su esclarecimiento constituye un auténtico desafío para la ciencia. Una manera de abordar el asunto es averiguar si existen en otras especies animales un paralelismo evolutivo. Miremos por un momento al mundo de los mamíferos.

Los estudios de supervivencia de mamíferos han demostrado que las hembras son más longevas que los machos en un buen número de especies. Las especies evolutivamente más próximas a los seres humanos, como los simios y monos, muestran esta pauta, aunque no en todos los casos. En el conjunto de los mamíferos se conocen ejemplos de una longevidad similar entre sexos e incluso de una mayor supervivencia de los machos. Las causas de esta regularidad a favor de las hembras se han buscado en diferentes ámbitos biológicos:

1) Inversión parental, en especies como los elefantes, en que las hembras tienen una gestación prolongada y son responsables del cuidado de las crías durante un período extenso, podría contribuir a una mayor longevidad en las hembras.

2) Estructura social, donde la competencia entre machos por el acceso a las hembras en especies poligínicas puede exponerlos a mayores riesgos y desafíos; los machos son más propensos a morir en enfrentamientos violentos, lo que podría contribuir a menor longevidad masculina. Por el contrario, en especies monógamas, donde los machos y las hembras forman parejas estables, se pueden esperar diferencias más sutiles en la senescencia entre sexos.

Sin duda estos factores no cumplen en los seres humanos. Además, en estos estudios comparados se ha descubierto un hecho de gran relevancia: en todas las especies estudiadas la supervivencia diferencial entre sexos está condicionada por los contextos particulares en los que vive la población bajo estudio. Es decir, no son fenómenos universales en la especie.

En busca de otra explicación se han postulado ideas como que la mujer tendría una respuesta inmunitaria más fuerte, una tasa metabólica menor que comportaría menor desgaste y enfermedad o que los estrógenos serían un factor protector de perfiles de riesgo social y cardiovascular. Hipótesis no confirmadas.

Buscando en profundidad nos encontramos que toda nuestra información genética está contenida en los 23 pares de cromosomas heredados uno del padre y otro de la madre. 22 parejas son estructuralmente similares, por lo que contienen la misma información. La excepción son los cromosomas sexuales X e Y, responsables de poner en marcha la diferenciación sexual y que además difieren en la información genética. El cromosoma Y contiene solamente 50 genes, por el contrario el X contiene 1.000. La importancia de esta divergencia en el desarrollo de los seres humanos tiene que ser analizada detalladamente. Añadamos además la herencia exclusivamente materna del ADN mitocondrial, auténticas máquinas energéticas del organismo.

Sin duda nos queda mucho por conocer para entender estos importantes aspectos que afectan y determinan algo tan primordial como la duración de nuestras vidas.

Pero lo que no cabe duda es que lo que antes se llamaba de manera políticamente incorrecta "sexo débil" tiene una resistencia biológica superior.

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