Las vacas flacas están paupérrimas

Francisco García

Francisco García

No conviene olvidar a quien nos da de comer, a quienes durante la pandemia se convirtieron en agentes esenciales contra el covid tanto como los profesionales sanitarios, puesto que permanecieron al pie del cañón, en desencierro, para que los mercados no se desabastecieran durante el confinamiento. Hablamos de los hombres y las mujeres del campo, de los agricultores y ganaderos que conforman uno de los sectores más castigados por la crisis climática y la económica, derivada esta última del imparable incremento de los costes de producción. Muchas pequeñas explotaciones se encuentran con el agua al cuello en Asturias. Al menos en esta región no falta, todavía, el agua. En otras, la sequía es ya una amenaza constante.

No se puede vender por debajo de lo que cuesta producir. Está ocurriendo en Asturias, donde el tamaño de las explotaciones es pequeño y el relevo generacional se antoja dificultoso. El despoblamiento es consecuencia directa de la pérdida de valor de la actividad agraria y ganadera. La Asturias que se vacía llena titulares de prensa, pero las autoridades autonómicas y estatales miran hacia otro lado. Al campo asturiano se le viene el lobo y no es solo un cánido salvaje de cuatro patas. La dentellada a las vacas flacas las convierte en paupérrimas. El campo se ha vuelto un campo de minas.

Ahora que durante la presidencia española compete al Ejecutivo europeo la revisión del marco financiero plurianual, y pese a la dura negociación que se prevé entre estados miembros, al estar sobre la mesa de Bruselas la reforma de las reglas fiscales, el agravamiento de los asuntos migratorios y la decisión de abrir o no las negociaciones de adhesión con Ucrania, bueno sería que España pudiera atar nuevas medidas de apoyo para el sector primario, que agoniza y nadie parece darse cuenta. Y a ver con qué llenamos después, y con qué, las despensas.

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