Carlos López Otín, desde mi orilla

De la movilización espontánea en apoyo a un gran científico, a Tribuna Ciudadana

Carlos López Otín.

Carlos López Otín. / Luisma Murias

Virginia Gil Torrijos

Virginia Gil Torrijos

Carlos López Otín se jubila. Abro el periódico y leo artículos y más artículos, donde se le reconoce y se ensalza su figura y se la pone en el más alto de los valores por sus investigaciones sobre el cáncer, el envejecimiento o el análisis de los genomas. ¿Qué pudiera decir yo después de tantos brillantes pronunciamientos? ¿Qué después de, por ejemplo, la exposición de Juan Vázquez, como exrector de la Universidad de Oviedo? ¿Qué después de tantos miembros de su equipo? Nada. Apenas nada.

Pero tal vez pudiera añadir algo desde esta orilla, una orilla que por una carambola del destino me ha tocado lidiar. Porque yo soy solo una ciudadana de a pie a la que López Otín le ha brindado un trocito de toda esa tremenda generosidad que se relata en los medios.

Lo que está sucediendo con Otín es como un pequeño efecto mariposa que tiene su epicentro en Oviedo. No voy a comentar nada sobre el origen del fenómeno. No es mi intención. Pero lo que está consiguiendo propiamente él, con su visión, como lo que ha conseguido el arrojo y la valentía de una trabajadora de la Uniovi, es un pequeño gran tsunami, algo trascendentalmente significativo. Y eso, creo, se refleja en el hecho de que miles de personas, de toda clase y condición, de forma espontánea, y en tiempo récord, hayan firmado un escrito de apoyo y de reconocimiento a la labor de López Otín como investigador de máximo prestigio internacional, como profesor inspirador y como referente intelectual. Ese hecho me parece extraordinario. Seguro que esos firmantes lo han hecho motivados por los logros que López Otín y su equipo han realizado en pro del avance de la ciencia, unos avances "made in Asturias". Sí, esas personas seguro habrán rubricado ese apoyo por esa razón, pero quizás por algo más, por algo tan aparentemente intangible como es aplaudir la gran empatía que Carlos López Otín desplegaba por allá donde pasaba, por eso y por su gran humanidad, por eso y por entender del dolor físico y también del emocional, por eso y por haber querido acompañar a muchas personas y familias que han sufrido el drama dañino del cáncer.

He revisado por alto los nombres de la lista, las procedencias y las profesiones, y he comprobado como que entre los que han suscrito, aparecen muchos médicos, muchos profesionales relacionados con la Salud y las Ciencias, ingenieros, físicos, arquitectos, etc. También cientos de docentes de la universidad, profesores de secundaria, y hasta de primaria, una buena retahíla de creativos, periodistas, artistas, cineastas, empresarios, representantes de instituciones civiles y políticas e incluso varios alcaldes de distinto signo. Pero, sobre todo, lo que he observado, es que ha habido muchas personas que simplemente han querido dejar su impronta en señal de agradecimiento, personas corrientes, que en el epígrafe del formulario dedicado a la profesión, simplemente han indicado algo tan grande y tan digno como: jubilado, ama de casa, albañil, amiga, lectora, admirador o alumna. Me parece un hecho tan revelador como conmovedor.

Algo debe de tener Otín para sembrarse tantas simpatías, algo bueno, tanto en su faceta de investigador de referencia como, sobre todo, en su faceta como persona, y ese es el origen de los emotivos artículos, de los homenajes y de las firmas. Quizás sea eso, o quizás sea algo incluso más profundo, quizás sea el hecho de que todos esos firmantes saben que esta tierra no prosperará nunca sin solidaridad, generosidad y trabajo en común. Saben eso y por ello han querido (hemos querido) expresar al unísono un "basta ya" al cainismo y a los modelos relacionales en los que se filtran elementos que envilecen las atmósferas, dejando así que campen comportamientos que minan el prestigio, el trabajo y la dignidad de coetáneos, colaboradores o colegas. A mi juicio, eso es lo que ha ocurrido. Y por eso, también a mi juicio, esas muestras de apoyo incondicional.

Y ahora hablaré con su permiso, de mi orilla.

Lola Fernández Lucio, la cofundadora de Tribuna Ciudadana, del Círculo de Valdediós y del Premio Tigre Juan, apreciaba mucho a Carlos López Otín, tanto como conferenciante, como divulgador científico y como persona. Las informaciones y los artículos que se publicaron hace dos años sobre el "caso Otín" no le fueron nada gratos a Lola, e incluso le causaron un gran disgusto. Por ello hubo personas, que en alas de su salud, decidieron que sería mucho mejor evitárselos. Si Lola aún viviese no sé lo que pensaría de todo esto. Se alegraría mucho por Carlos López Otín y sufriría seguro, y mucho, por la parte que nos desborda. Lola era una persona pacífica, no le gustaban los conflictos y por encima de todo, Tribuna era su vida.

Pero, para bien o para mal todo llega, todo se filtra, todo reaparece. Es lo máximo que puedo decir desde esta mi orilla.

Las instituciones son algo más de quienes la presiden y una cosa es la institución y otra su representación, eso dicen, de la misma forma que una cosa es un país, mismamente el de España, y otra bien diferente, es el gobierno del mismo. España no es solo Pedro Sánchez (Castejón). Y es por ello, está bien y es bueno, e indica un parámetro de salud, que tanto en los estados democráticos como en las instituciones democráticas, existan mecanismos de oposición que regulen los comportamientos. La labor de una legal oposición, dicen los politólogos, no debilita a las democracias, sino que, si son verdaderas, las afianza como tales.

Y eso lo digo porque, a pesar de que muchos también lo han intentado ocultar, durante un año entero opté a la presidencia de la prestigiosa asociación cultural Tribuna Ciudadana, un año entero en el que fui el elemento opositor. Durante todo ese año la presidencia estuvo en "funciones" por razones derivadas de un empate técnico. Durante ese año (ya lo había intentado con anterioridad), tuve la tremenda osadía de disputarle a un profesor emérito de la Universidad de Oviedo, exaspirante a rector, ese cargo. Pero, durante ese año entero, apenas nada trascendió a los medios, por no dañar –o así se me lo advertían– el prestigio de la institución y la obra vital de Lola.

El desenlace fue el que fue. Estaturiamente y democráticamente, perdí la partida. Ganó mi adversario. Y esa representación presidencial recayó definitivamente en el ex catedrático emérito y no en mí. Cést la vie!

Los que no han seguido con atención todo este asunto pensarán ¿qué tiene que ver esto con López Otín? ¿Qué tiene que ver el tocino con la velocidad?

Nada, diré yo, apenas nada.

Una amiga me hace llegar está consideración: "El Sr. Don Carlos López Otín ha sido nombrado por segundo año consecutivo, por el ranking Research.com, como el mejor científico de España, el 67 a nivel mundial, con un índice H de 141 en el área de Biología Molecular". Me dice además que "Research.com se creó utilizando datos derivados de varias fuentes, incluidas el Open.Alex y el CrossRef. Los datos bibliométricos para estimar las métricas basadas en citas se adquirieron el 21-12-2022 y la posición en el ranking se basa en el índice D de un investigador (índice H de disciplina) que solo incluye artículos y métricas de citas para una disciplina examinada". ¡Joope! –digo yo! Menuda orilla, (menuda velocidad). No hay nada peor que no ser consciente de la liga en que juega una.

Porque yo no dejo de ser una simple (todavía) empleada de una empresa de telecomunicaciones con inquietudes culturales, sociales y literarias, una persona bastante gris que de vez en cuando escribe versos. Además, me crié en Noreña (=¿tocino?) y fui hija de un mecánico y de una ama de casa. Así que jamás me he visto como presidenta de Tribuna Ciudadana. Aún así, consideré que se hacía necesario ejercer algún tipo de oposición en esa institución, precisamente para no desvirtuar su esencia. Mi candidato ideal, tras la dimisión de Don Alfonso Toribio, para presidir algo tan querido como Tribuna Ciudadana, siempre fue D. Enrique Álvarez-Uría. Se me hace difícil encontrar una persona con tanto saber estar, educación, amabilidad, y con tanto bagaje a nivel empresarial e intelectual. Pero Enrique siempre se negó. Sus inquietudes iban por otro lado: la familia, los amigos, viajar y, sobre todo, el tenis. Una verdadera pena. Opté por ello a postularme, tal vez motivada por una ambición personal (¡y es que las mujeres hasta las tenemos!, e incluso, las que somos vulgares empleadas y tuvimos güelos campesinos) y no niego que también lo hice, seguro, por mi carácter subversivo, o por mi ego, pero sobre todo, lo que me motivaba era mi nula afinidad emocional con el actual presidente, Don Pedro Sánchez Lazo. No es ningún secreto que no comparto, en absoluto, ni su modo de ejercitación del liderazgo ni su forma de establecer sus redes, internas o externas, de alianzas.

"Aguanta", me decían algunas compañeras socias de Tribuna, "esto es como una pequeña trinchera", "aguanta" a riesgo de parecer insumisa e histérica. Pero perdí la trinchera, la posición y a veces me planteo hasta sacar la bandera blanca y dejar definitivamente todas las armas. Pero de momento sigo. Y hasta aquí puedo leer…

Escribir esto no me ha sido fácil. He tardado dos años en hacerlo. Seguro que habrá gente que me tildará de oportunista, pero, llegado el caso, que "cada uno aguante su vela", su vela, sus decisiones y sus silencios. Yo por mi parte solo quiero dar las gracias a Carlos López Otín por sus mensajes privados de apoyo. Gracias, Carlos. Gracias por saludarme desde tu gran generosa orilla. Gracias por entender la mía. Gracias por tu amabilidad, tu comprensión y tus buenas palabras. Me consta y sé bien, de lo mucho que has ayudado a tantísimas personas a enfrentarse con el lado más crudo de una enfermedad, como la del cáncer. Sé que has estado ahí para reconfortar a los propios enfermos y a sus familias. Conozco "Palabras para Samu", y es que además yo conocía a Samu. Tengo dos hijos, uno de la misma edad que tendría ahora mismo él. Tiempo atrás coincidimos en varias fiestas y encuentros de amigos. Eran otras circunstancias. Pero me consta que su caso no es el único, que has ayudado a muchos jóvenes y niños de España y de Europa. Y sé de tu apoyo a tantos miembros de la Asociación Galbán, con los que a veces y de forma mínima, he tenido el privilegio de poder colaborar.

Morir, moriremos todos y se morirán los nuestros. Envejeceremos y enfermaremos. Algunos tal vez de cáncer, pero ojalá haya muchas personas que sigan la luz de tu estela.

¿Ves? Mi voz ya no es tan frágil y todo es relativo. Todo pasa. Y mi orilla no deja de ser una orilla muy pequeña, humilde y mínima, una tontería si lo comparamos con las de otros ámbitos. Pero para ti, Carlos, y esa es tu grandeza, todas las personas tienen el mismo valor, sean subalternas, jubiladas, hijas de mecánicos o incluso, tal vez, nietas de taxistas o reinas.

Mucha suerte, Carlos. Que la vida te brinde salud, familia y amigos de verdad, que te brinde eso, y la siempre terapéutica bondad reconfortante de la escritura.

Suscríbete para seguir leyendo