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No me fío
El dinero de verdad son las cosas; por eso la gente rica no tiene nunca líquido

Dinero. / EUROPA PRESS
A mí me parece que el dinero de verdad no es el de papel. El dinero de verdad son las cosas. Por eso la gente rica no tiene nunca líquido. Le pides a un millonario amigo (si conoces alguno) que te preste mil euros para hacer frente a una enfermedad y lo primero que te contesta es que no dispone de líquido. No te dice que no, te dice que para facilitarte esa pasta tendría que desinvertir. Desinvertir significa vender cosas porque el dinero se refugia en las cosas. Ninguna persona sensata guarda un millón de dólares en la cuenta corriente porque un millón de hoy puede valer mañana novecientos noventa mil, según vaya la inflación. El lingote de oro, en cambio, siempre sube, siempre “está en máximos históricos”, según la jerga financiera. Quiere decirse que el papel moneda es un intermediario entre el sueldo y la cosa. Si tu sueldo no te da para adquirir la cosa, mal asunto: irás siempre detrás de la subida de los precios de la fruta, siempre con la lengua fuera.
¿Qué hace Amancio Ortega cuando reúne cuarenta o cincuenta millones de euros? Comprarse un edificio en Nueva York. ¿Por qué? Porque un edificio en Nueva York se toca, se entra y se sale de él, se alquila. Hablamos de un bien tangible, en fin. Es posible que su precio fluctúe un poco hacia arriba o hacia abajo (lo normal es que hacia arriba), pero en todo caso es más estable que el dinero líquido. Se llama líquido precisamente por eso, porque se escurre entre los dedos como el agua. Cobras hoy y a medio mes apenas te quedan unas gotas.
Los argentinos no confían en su moneda porque el peso, más que dinero líquido, es dinero gaseoso. Te distraes un minuto y se ha evaporado. Los argentinos trabajan ocho horas reales, o las que sean, y les pagan con un dinero de juguete, un dinero como el del Palé. Los estafan, pues. Cuando usted curra cuarenta horas semanales verdaderas y le pagan con un dinero desactualizado respecto de la subida de la carne, le engañan también. El capitalismo nos engaña a todos, aunque a unos más que a otros. Creer en el dinero es como creer en Dios. No digo que usted no debería creer, pero fíjese lo que decía del Todopoderoso el presidente de Turquía: “Creo en Dios, pero no me fío de él”.
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