Allegro ma non troppo sobre el azabache

Una declaración de esperanza para evitar que sucumba la tradición azabachera asturiana

Manuel Gutiérrez Claverol

Manuel Gutiérrez Claverol

Este año comenzó con una grata noticia sobre el azabache asturiano. El Boletín Oficial del Principado de Asturias de 26 de enero publicó una resolución de la Consejería de Cultura por la que se incoa expediente para la declaración de la cultura del azabache como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial.

Desde la antigüedad se ha atribuido al azabache un signo cabalístico y protector de las energías negativas (mal de ojo), considerándolo como una de las piedras mágicas, una especie de talismán, siendo utilizado con un significado religioso, como joya y como amuleto. En efecto, insignes personajes históricos (Aristóteles, Estrabón, Dioscórides o Plinio) ya se refirieron al mismo documentando sus cualidades taumatúrgicas.

Si por algo destaca Asturias en el contexto internacional, además de por su belleza natural inigualable, es por su notoria actividad industrial y minera. En este contexto, ocupa un escalón modesto, pero no menos importante, el beneficio y comercialización de uno de los mejores azabaches del mundo, todo un hito que, por cierto, es bastante ignorado.

El azabache constituye un mineraloide del grupo de los carbones húmicos caracterizado por un intenso color negro que una vez pulido luce brillante, circunstancia que de manera tradicional se ha utilizado para confeccionar objetos de adorno. El denominado "tipo Asturias" es una roca sedimentaria fósil resultante de un proceso de gelatinización de tejidos leñosos de troncos vegetales (Protopináceas) durante el Jurásico. Inmediatamente depositados los árboles, quedan sepultados por rocas detríticas, de modo que las condiciones anaeróbicas producidas (ausencia total de oxígeno), permiten su carbonización, a la par que ésta va acompañada por una absorción de hidrocarburos en estadios tempranos de su evolución diagenética. Todo ello redunda en la apreciable estabilidad del producto asturiano a lo largo del tiempo.

Es la más conocida y difundida de las gemas asturianas, ubicándose en zonas de Villaviciosa y Gijón un notorio laboreo –en la actualidad inexistente– y una relevante tradición. La pieza más antigua conocida corresponde a un colgante encontrado en la cueva de Las Caldas de Priorio, dentro de la estratigrafía del Solutrense, datado en unos 19.000 años a. C., seguida de muestras halladas en la cueva de Tito Bustillo en niveles del Magdaleniense, hace unos 13.000 años a. C.

El mayor esplendor se concentra en la Edad Media y está ligado a la indumentaria vinculada al luto, a la religiosidad y, muy especialmente, a la ruta jacobea. De hecho, en la segunda mitad del siglo XIII ya existían en Santiago de Compostela testimonios del dinamismo manufacturero, con piezas fabricadas con este material (veneras, imágenes de Santiago, cruces, rosarios o ciguas –a las que se atribuye un efecto apotropaico–, de lo que se deduce que ya entonces se practicaban extracciones en La Marina de Villaviciosa (especialmente en Oles y Argüero), dado que en Galicia no existe esta sustancia carbonosa.

Aunque mayoritariamente las tareas iconográficas se realizaban en Santiago de Compostela, dada la gran demanda que había de estos artículos por los peregrinos se tuvo que recurrir asimismo a los artífices asturianos, de tal manera que en el siglo XVI, para solventar las peticiones del mercado, se encargaron a nuestra región grandes partidas de imágenes, abalorios y otros oropeles.

El trabajo azabachero desapareció a comienzos del pasado siglo con la práctica paralización de las actividades mineras. En el milenio actual se llevó a cabo una campaña de investigación para recuperar su beneficio, pero sin obtener el éxito pretendido.

Como colofón, merece nuestro apoyo incondicional la declaración del Gobierno del Principado de Asturias, de incoar la cultura del azabache como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial; sin embargo, el futuro del sector quedaría desasistido sólo con lo propuesto, ya que para que no se escinda esta ancestral industria se necesitaría disponer de suficiente materia prima autóctona. Por ello es condición "sine qua non" que las administraciones públicas se involucren en tal empeño, propiciando la apertura de alguna mina que pudiera suministrar el producto necesario para sostener la atávica y noble tradición azabachera, dado que parece improbable la participación de una iniciativa privada.

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