Vuelve la "fariña" por Navidad
La incautación de un alijo de siete toneladas de cocaína
Por si no bastase la subida de precios del marisco, la Policía intervino el otro día un cargamento de siete toneladas de fariña de uso nasal, que es otro de los productos inevitablemente asociados a estas entrañables fiestas. La Navidad se va a poner por las nubes este año.
El alijo incautado en cierto lugar de A Coruña formaba parte de la peculiar campaña navideña de los contrabandistas, siempre atentos a las demandas de la clientela. Mucho es de temer que este éxito policial va a disparar los precios de la mercancía, aunque el dato no se refleje en la ya elevada tasa oficial de inflación.
Hasta no hace mucho, lo que volvía a casa por Navidad era el turrón El Almendro, pero esas son nostalgias un poco antiguas. El producto estrella de la temporada es ahora el marisco, que suele alcanzar cotizaciones estratosféricas. Aunque no sea el único. También la cocaína ha pasado a ser uno de los rituales de este tiempo de excesos, particularmente en la noche de fin de año.
Muy altas han de ser, por fuerza, las cifras de consumo de estos polvos euforizantes, a juzgar por la cuantía del alijo de 7.200 kilos interceptado en Cambre. Se trata de una mera aplicación de la ley de la oferta y la demanda. Si el consumo crece –como tal vez ocurra en Navidad–, los proveedores de la mercancía aprovechan la ocasión para abastecer el mercado: ya sea el de turrones, ya el de champán, ya el de fariña.
El problema es de narices. Son los españoles, en efecto, algunos de los que más napias le echan al asunto, según demuestra estadísticamente la posición de España en el TOP 5 de los países con mayor proporción de consumidores de cocaína en el mundo.
Oficialmente, aquí nadie aspira una sola raya de harina, pero lo cierto es que, por narices, alguna clientela debe tener un mercado como el de la coca, que cada año distribuye entre sus consumidores de la Península varias toneladas del producto.
Otros países nos llevan delantera, ciertamente. Es el caso de Estados Unidos y el Reino Unido, país este último en el que una toma de muestras en los lavabos de la Casa de los Comunes reveló la existencia de restos de coca en casi todos ellos. Algo similar ocurrió también con otra búsqueda de trazas de esa sustancia en el Parlamento Europeo.
Todo ello da idea de lo extendido que está el consumo de la oficialmente invisible fariña sin distinción de clases sociales. Incluyendo, por supuesto, a aquellas casas parlamentarias en las que se dictan leyes contra su tráfico.
Probablemente esa gran demanda explique la sostenida oferta del producto. Por más golpes que los aduaneros y las fuerzas del orden en general inflijan a los contrabandistas, su economía sumergida vuelve a salir a flote una y otra vez.
La incautación del alijo con el que los narcos gallegos pretendían alegrarles las navidades a sus clientes de España y Europa es, por supuesto, una buena noticia. La mala es que el negocio de importación de fariña de ultramar sigue tan boyante como siempre.
Más cara tal vez que otros años, la coca, como el turrón, vuelve a casa en estas fiestas tan familiares. Lo proclaman hasta los villancicos en sus cantos a la blanca Navidad. Y tan blanca.
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