Un millón

El secreto del fracaso

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Es fascinante la relación del actual sistema de valores con la idea del éxito, entendido como algo que se impone y representa socialmente, nunca como el logro interior de la paz perpetua con uno mismo.

Nada que no suceda con las religiones. Paso 1: prescriben como pecados actos humanos que van más allá de la acción y de su contrario (la omisión) y se adentran en el pensamiento para que se pueda pecar a solas y sin consecuencia para nadie. Paso 2: colocan en el otro extremo la virtud, la carencia de pecados, y, sobre una peana, la santidad.

Lo normal, querido creyente, es fracasar. Lo saben la mayoría de las personas, pero no está bien decirlo. Dejan que cada quien lo descubra por sí mismo, en la idea de no decepcionar el motor de la ilusión. El éxito, como Papá Noel, no existe y el fracaso son los padres, pero la ilusión vende juguetes. Ya está dicho.

La revista "Time", en la repetitiva ortodoxia de premiar triunfadores, (¿el éxito no premia por sí mismo), eligió persona del año a la cantante Taylor Swift (que ha hecho de sí misma un negocio millonario) en dura competencia con "Barbie". La persona Taylor Swift se impuso a una muñeca que, después de 60 años de explicar a las niñas que una mujer debe ir bien peinada, bien vestida, sufrir tacones, no hablar y ser de plástico, recita en Hollywood un guion feminista, según la Biblia de "Cosmopolitan".

Lo normal es fracasar, pero nadie sabe el nombre del segundo ni se entrevista al perdedor y a los millones de personas que no ganaron un euro en a la lotería no se les permite más palabra que "salud".

El triunfo empresarial no excede el 1 de cada 10, pero su trayecto, como el profesional, se nombra con la palabra "carrera", que tiene su extremo origen natural en una célula cabezona de larga cola que habita en zonas cálidas: el espermatozoide. De los millones que participan en esa carrera provida sin camiseta sólo uno triunfa y no basta con que corra más, tiene que darle un cabezazo a un óvulo y entrar por una pared. La mayoría de las veces choca contra una baldosa o se asfixia en algodón.

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