Decretazos

Las dificultades de gobernar en minoría con el apoyo de siete grupos parlamentarios

Albert Sáez

Albert Sáez

Gobernar por decreto es algo que solo se pueden permitir los ejecutivos que tiene una holgada mayoría absoluta para evitarse trámites farragosos. Los gobiernos de coalición que elaboran proyectos a toda prisa con un consenso precario en su seno y que necesitan el apoyo de siete grupos parlamentarios están condenados a fracasar en este intento. Sánchez abrió los consejos de ministros de la nueva legislatura con tres macrodecretos para reformar el subsidio de paro (que ya estuvo a punto de embarrancar dentro del mismo gobierno por las diferencias Calviño-Sumar), extender las medidas anticrisis y recuperar algunas reformas de la anterior legislatura en materia de justicia para salvar 10.000 millones de fondos europeos. La amalgama pretendía que cada grupo tuviera un asidero para justificar su apoyo: mejorar el pago a los parados para Sumar y Bildu, mejorar la recaudación fiscal para Esquerra y PNV,... pero no ha encontrado nada para satisfacer las necesidades discursivas de Junts (Puigdemont) y de Podemos (Iglesias). Así las cosas, a 24 horas de las votaciones nada está garantizado, y en una maniobra tan poco creíble como desesperada, ha llamado al PP para romper ese muro que construyó con la investidura, según sus propias palabras, y que le saque de su primer atolladero. Un espectáculo indigno de una democracia de la UE.

Lo más espectacular del episodio es el caso de Junts y Puigdemont que levantó la mano contra los decretazos por los recelos del abogado del expresidente, herido en su orgullo por su falta de protagonismo en la redacción de la ley, y ha acabado con un ejercicio de filibusterismo a cargo de su secretario general, Jordi Turull, que se ha apuntado al estilo de trazo de gordo de Laura Borràs para denunciar que los decretos invaden competencias, drenan las finanzas de la Generalitat y poco más que son responsables de la epidemia de gripe. Se caen en este episodio dos mitos con los que los voceros de la Moncloa defendieron el pacto de investidura: Junts no ha vuelto a la política, solo a las portadas, y su pretendida unidad de acción con el PNV ha durado dos telediarios. Puigdemont no fía y no se fía. Y al final a Sánchez le ocurre aquello del viejo aforismo: "la condena del mentiroso es que no se puede creer a nadie". Y menos por decreto. Necesita siempre de un mediador.

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