Redondo Terreros, Page y a callar

El castigo a la disidencia en el PSOE actual

Francisco García

Francisco García

La pasada semana pasó por los micrófonos del club de este periódico Nicolás Redondo Terreros, exdirigente socialista que fue expulsado del PSOE el pasado septiembre por su “reiterado menosprecio” a las siglas del partido. Su pecado capital: denunciar, con meses de antelación, la posibilidad de que Pedro Sánchez llegara a un acuerdo con Junts para gobernar a cambio de una ley de amnistía para el huido de la Justicia Puigdemont y otros implicados en el “procés”. El conferenciante llenó el salón. Había socialistas, pero ninguno con mando en plaza o aledaños. Tal es el grado de acojone.

La expulsión es el coste de la disidencia en el PSOE, donde al parecer ya no caben las opiniones diferentes a la ortodoxia que marca la dirección del partido. A Felipe González, el padre de Redondo Terreros, a la sazón secretario general de UGT, le montó una huelga general por el asunto de las pensiones siendo parlamentario socialista. La relación entre ambos se enfrío, pero a nadie se le ocurrió proponer que el histórico sindicalista fuera ni siquiera orillado en los órganos de dirección.

En el mismo sentido, y con mayor virulencia, se ha manifestado días atrás el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García- Page, el pepito Grillo del PSOE actual, única voz que discrepa en alto de los acuerdos de su partido con el nacionalismo catalán y los herederos del terrorismo etarra. A Page no le expulsarán del partido porque se trata del único barón ganador de las elecciones con mayoría absoluta y porque sirve de ejemplo para hacer creer a la militancia que se aceptan las opiniones discordantes. A su vez, el dirigente castellano-manchego queda bien ante su electorado -el españolismo de Castilla La Vieja es proverbial y añejo- , pero no irá más lejos que del palabrerío. O sea, que no llegará la sangre al río, ni la contestación aspira a mayor cuantía que al ruido mediático.

En el PSOE actual no existe la libertad de decir lo que se piensa, ni se permite asumir la responsabilidad de pensar lo que se dice. Se ha instalado el caudillismo y un equipo de demolición dispuesto a derrumbar el régimen del 78. Y a callar.

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