El filósofo Sánchez

La fachosfera y el movimiento woke

Jorge González Nanclares

Jorge González Nanclares

Hace unos días en una entrevista de prensa Pedro Sánchez afirmaba categóricamente que la verdad es la realidad: «La verdad, la verdad de las cosas, es la realidad. Y la realidad, en España, la de verdad, es la que expresaron los ciudadanos con su voto y que se ve representada en un Parlamento con esas mayorías parlamentarias fragmentadas». En otra entrevista realizada después del 23J en una televisión privada dijo: «Rectificar en un momento como el actual está en el ADN de un político. Debemos adaptarnos a la realidad».

De ello se deduce que si tenemos que adaptarnos a la realidad y «la única verdad es la realidad» es porque la realidad es cambiante. Y si la realidad cambia y debemos adaptarnos a la realidad, entonces deberemos cambiar nuestra opinión sobre la misma. Y además es legítimo y obligado hacerlo, como hicieron Adolfo Suárez legalizando al PCE, pese a su rechazo inicial, o Felipe González propiciando vía referéndum la entrada en la OTAN contradiciendo su propio «de entrada no».

No entramos a valorar la pertinencia o no de la cita de que «la verdad es la realidad» y su trasfondo filosófico, cosa que sobrepasa con mucho los límites de este artículo. Pero según varias opiniones publicadas Sánchez estaría aquí siguiendo implícitamente a Aristóteles en cuanto a que éste, en su crítica al «Mundo Ideal» de su maestro Platón, sostendría que la verdad estaba en «la realidad de las cosas» y no en la inmutabilidad platónica de «Las Ideas».

Esta «creatividad» del filósofo Sánchez no es nueva ni nos coge por sorpresa. Hace ya bastante tiempo que asistimos a un intento por su parte y la de todo su equipo, de cambiar las cosas cambiando las palabras. El caso es que Sánchez ha cambiado subrepticiamente su discurso para pasar de un intento de cambiar la realidad a través del lenguaje, a interpretarla dándole, en cierto modo, la vuelta a Carlos Marx cuando afirmaba que ya estaba bien de interpretar el mundo porque lo que había que hacer era cambiarlo. Ahora Sánchez, puesto que la realidad es cambiante, ya no necesita cambiarla, sino interpretarla. Y por eso es necesario cambiar de opinión.

Una muestra de esta «hermenéutica» sanchista es el último término traído a colación a su universo terminológico: «fachosfera». Una importación al parecer de uso frecuente en EE UU pero de origen francés, «fachosphère», surgida hace algunos años para definir a grupúsculos ultras que pretendían distorsionar las redes sociales y el universo de internet. En 2019 la propia Asamblea Nacional Francesa lo hizo suyo y lo utilizó hasta 46 veces en un mismo informe contra grupos ultras de extrema derecha.

Lo que ocurre es que Pedro Sánchez ha sabido transmutar dicho concepto, extrapolándolo con cierto ingenio, todo hay que decirlo, a una galaxia Gutenberg de las ideas de una derecha perdida en el laberinto de su propia idiosincrasia. Aprovechándose, envuelve en el mismo paquete a todo tipo de asociaciones, colectivos o agrupaciones que discrepen de las «sagradas normas de la progresía sanchista», convirtiendo incluso en disidentes a discrepantes de su propio partido como Felipe González o Alfonso Guerra, practicando un «manual de grueso calibre caudillista», nada filosófico por cierto, del quién no está conmigo, está contra mí.

Finalmente, no me resisto a traer aquí a colación otro término acuñado recientemente en EE UU, para referirse al despertar (wake) de una sociedad que cae en la cuenta de la oscuridad medieval a la que la estaban sometiendo las fuerzas más reaccionarias y heteropatriarcales del devenir histórico: el movimiento «woke» (¡despierta!). Podríamos concluir postulando la existencia de un antroposistema no muy diferente al de la «fachosfera» tan «salvavidas» de Sánchez pero en sentido opuesto, la «wokesfera» o esfera donde se insertan todos los damnificados que creen haber visto vulnerados sus «inalienables derechos», precisamente por los integrantes de la «fachosfera».

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