Marejada en Galicia

Gobierne quien gobierne tras el escrutinio, nada será igual a partir de mañana en la política española

Una persona deposita un voto en las urnas.

Una persona deposita un voto en las urnas. / EP

Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

En este invierno de altas temperaturas, recrudecido por un viento frío que viene del Ártico, la política nacional ha abierto un compás de espera hasta que se conozca el resultado de las elecciones que se celebran hoy en Galicia. No se descarta que haya que contar los votos emitidos en el exterior, aunque el dato adelantado indica que no serán muchos, para saber quién saldrá triunfador. Se decide el gobierno autonómico, pero el oleaje procedente del Finisterre arribará, ya veremos si con fuerza o manso, al resto de España. El desenlace tiene en ascuas a los partidos y puede decantar el panorama político del país en una dirección u otra. Son las primeras elecciones que se celebran después de las generales, el ambiente está si cabe más polarizado que entonces y en Galicia, región abstencionista por antonomasia, en 1981 empezó a hundirse UCD.

En estas elecciones se dirime, en primer lugar, la continuidad del PP en el gobierno gallego. Nadie duda que conseguirá la victoria, pero pocos se atreven a dar por seguro que sea suficiente para formar gobierno de nuevo. La fidelidad de los gallegos a las siglas conservadoras está bien probada. Galicia es la única comunidad autónoma donde el mismo partido, el PP y su antecesor AP, ha logrado ganar en todas las elecciones autonómicas. En las 182 elecciones autonómicas celebradas en España hasta la fecha, solo en cinco Autonomías un partido ha alcanzado la mayoría absoluta en cinco o más elecciones seguidas. Ni Fraga, ni Feijóo, en distintas circunstancias, consiguieron la quinta. Así que el PP gallego se enfrenta al difícil reto de batir su propia marca y necesita superarlo, pues de lo contrario puede dar por hecho que pasará a la oposición.

Los gallegos eligen entre once listas, pero según las encuestas solo el PP y el BNG tendrán la posibilidad de liderar el gobierno de la Xunta. El PP podría hacerlo en solitario y el BNG deberá recibir al menos el apoyo del PSOE. Estos dos partidos ya han gobernado formando una coalición, que fue presidida por un socialista. En esta ocasión, sin embargo, el grupo más numeroso de la izquierda parlamentaria será el BNG, de manera que una mayoría compuesta por los rivales del PP haría por vez primera presidente de Galicia a un nacionalista, que sería además la primera mujer en desempeñar el cargo. El estado español tendría, en ese caso, los gobiernos de Cataluña, País Vasco y Galicia en manos de partidos nacionalistas, partidarios los tres del derecho a la autodeterminación y apoyados dos de ellos explícitamente por los socialistas, manteniendo relaciones más ambiguas el tercero.

Pero si toda la atención se centra hoy en Galicia es por las consecuencias previstas del resultado electoral en la política nacional. El PP juega todo a la carta a retener el gobierno gallego. Un triunfo reforzaría al partido y a Feijóo. Una victoria que en realidad fuera un fracaso, como sucedió en las generales, frenaría por el contrario su progresión electoral y acabaría por poner en cuestión el liderazgo. En su interior, pugnan dos concepciones partidarias de adoptar dos posiciones diferentes en la política española. En el PSOE, las expectativas son mediocres. La mitad de los votantes de los dos partidos de la coalición de gobierno han decidido o están pensando en cambiar el voto. La caída del PP del gobierno supondría una consoladora alegría, que no podría en todo caso ocultar el hecho de encadenar una nueva derrota, máxime si es sufriendo una cuantiosa pérdida de votos. En algún momento, el partido tendrá que analizar la escasa rentabilidad electoral del gobierno de Pedro Sánchez que se constata en cada convocatoria. Los resultados de Sumar, desaparecido en la campaña, y Vox, que se ha presentado en Galicia como la encarnación del cambio, solapando el reclamo electoral del BNG y el PSOE, permitirán hacer una prospectiva más precisa de su evolución electoral futura en España.

Durante unas semanas, el revuelo de la vida política giró hacia Galicia. A partir de mañana, el ruedo nacional volverá a agitarse con la amnistía. No obstante, el resultado de las elecciones gallegas puede remover algo más. Cualquiera que sea el resultado, nada será igual. Los partidos, nerviosos, corrigen sus estrategias y los españoles, inquietos, hacen tiempo en sus ocupaciones. La política española, cada vez más polarizada en torno al PSOE y el PP, es un fragor de mareas y contramareas. Las próximas que se esperan llegarán de las regiones costeras del País Vasco, Europa y Cataluña.

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