Opinión

El cerco sobre el Gobierno

El acoso constante del PP a un Ejecutivo sobre el que los nacionalistas estrechan su marcaje

No es este el lugar ni tampoco el momento para dilucidar si la presente situación política pudiera ser distinta o no podía ser de otra manera. La cuestión remite por necesidad a un tema de gran hondura filosófica. En cualquier caso, la realidad es la que es y los hechos no admiten muchas vueltas. El Gobierno está empantanado y sometido a una doble presión que amenaza con asfixiarlo. Por un lado, el PP no cede en su acoso constante. Por el otro, los partidos nacionalistas estrechan su marcaje. Para colmo, la noticia de una trama de corrupción urdida en los pasillos que conducían al despacho del ministro Abalos ha provocado varios conatos de incendio en el PSOE, cuando el partido trataba de sobreponerse al desconcierto ocasionado por el último resultado electoral adverso. Recién iniciada la legislatura, el gobierno de Pedro Sánchez se enfrenta a la prueba de supervivencia más difícil y apenas dispone de tiempo y margen de maniobra.

El voto de los gallegos no le servirá de ayuda. El PSOE y Sumar no han conseguido uno solo de sus objetivos. El PP ha logrado una nueva victoria, una mayoría absoluta en el parlamento, completando por primera vez una serie de cinco consecutivas, y continúa en el Gobierno de la Xunta. El PSOE ha cosechado su peor resultado y Sumar ni siquiera ha tenido apoyo suficiente para tomar asiento en un escaño. La única diferencia llamativa entre estas elecciones y las anteriores es que se ha habido una mayor concentración del voto de izquierdas en el Bloque Nacionalista. El dato más significativo es que a pesar de un aumento notable de la participación, el PSOE ha obtenido decenas de miles de votos menos. Más que el triunfo del PP, en el resultado sobresale la progresión del BNG y el retroceso de los socialistas.

Las elecciones gallegas han confirmado por tercera vez el liderazgo de Feijóo en la derecha, pero a efectos de política nacional no fortalecen al PP tanto como debilitan al PSOE y al Gobierno. En las urnas, la derecha y la izquierda están empatadas. Por otra parte, la sociología electoral de Galicia es específica. En la arena nacional, el PP comparte espacio con VOX y el PSOE domina claramente sobre los partidos nacionalistas. No obstante, la tercera derrota seguida de su partido deja a Pedro Sánchez en una posición muy vulnerable. Su Gobierno ha caído en una dependencia mayor de los nacionalistas y estará mas condicionado en sus decisiones por las expectativas electorales. Con el PP por delante en las encuestas, una derrota abultada en las europeas de junio, en principio propicias para castigar al gobierno de turno, podría suponer una sentencia para su pretensión de estabilizar y prolongar la legislatura.

Resulta prematuro afirmarlo, pero es probable que la amnistía, el voto dual y el liderazgo no alcancen a explicar la debacle del partido del Gobierno en Galicia. Alguna razón más general debe haber para que el PSOE haya sido derrotado en sucesivas elecciones de diferente tipo. Los votantes gallegos no han puesto en jaque mate a Pedro Sánchez, pero sobre él se cierne un cúmulo de complicaciones. El PP oposita sin dar tregua, no está dispuesto a hacerle ninguna concesión y hoy es el favorito para ganar unas generales. Los nacionalistas lo apremian con sus exigencias, pensando solo en celebrar la victoria en las batallas domésticas que librarán en los próximos meses. Los socios de la izquierda no están en condiciones de facilitarle la tarea de gobernar. Envueltos en una lucha fratricida, Podemos se ha distanciado y Sumar, ocupada en su propia organización, es un interrogante. Entre unos y otros, La Moncloa se ha convertido en un lugar de encierro.

Pedro Sánchez está cayendo en la cuenta de que lejos de ejercer como el líder de un bloque, ha sido reducido a instrumento por un magma de partidos con diversa orientación ideológica que pugnan entre sí con virulencia. Carece ya de autonomía para variar el rumbo de su política. La izquierda y los nacionalistas no le permitirían competir con el PP por el voto de los electores moderados y centristas. El PP buscará sacar provecho de cualquier gesto expansivo que tenga con los partidos de la periferia. Pero ahora lo que le urge es despejar toda duda que pueda haber sobre su implicación personal en el "asunto Abalos". Dispone solo de unos meses. Con el estandarte de la corrupción llegó al Gobierno y su reacción está siendo demasiado evasiva. ¿Es este el camino elegido por Pedro Sánchez?

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