Opinión

Cambio climático y desigualdad

La vulnerabilidad de los más marginados ante el calentamiento global

Nadie sensato se atreve actualmente a negar el cambio climático que ya se está produciendo, pues es perfectamente perceptible. Derivados del mismo están ocurriendo múltiples cambios productivos (parques solares y eólicos, coches eléctricos…). Si no se hace una transición justa dichos cambios pueden conducir a un escenario de mayor crispación social, pues si no hay incentivos adecuados, ayudas eficientes y suficientes y medidas progresivas que compensen a los que tienen menores ingresos la lucha contra el cambio climático se verá como una restricción a ciertas libertades o como privilegios para unos pocos.

El cambio climático y la desigualdad están estrechamente relacionados. El cambio climático afecta de manera desproporcionada a las comunidades más vulnerables y marginadas, aumentando las desigualdades existentes. Las personas con bajos ingresos y los países en desarrollo suelen ser los más afectados por los impactos del cambio climático, como sequías, inundaciones y eventos climáticos extremos.

El malestar ciudadano da pie a mayores protestas, a un mayor apoyo de partidos populistas y una creciente desafección y desinterés. Algunos partidos políticos han aprovechado el desencanto defendiendo el voto euroescéptico o engrandeciendo los nacionalismos y negando el calentamiento global. Los partidos populistas, como Vox en España, están capitalizado ciertos enfados como los de los agricultores para promover políticas contra la transición ecológica.

Recientemente en Europa han surgido protestas en el sector agrario debido a la introducción de políticas verdes dentro de la PAC y también ha aparecido una creciente resistencia a la instalación de parques fotovoltaicos y eólicos terrestres.

El cambio climático y en particular el calentamiento global van a necesitar cambios de comportamiento y estos, si son arraigados, conllevan desafíos importantes debido a la propia inercia y a las resistencias a los mismos. Actualmente vivir de forma sostenible es caro y no es viable para todo el mundo. A pesar de ello el incremento de consumo ecológico se da más en la franja de edades más jóvenes donde el nivel adquisitivo es menor. El reto reside en cómo combatir el cambio climático y las desigualdades, los cuales son dos de los desafíos más grandes y apremiantes de nuestros tiempos.

El calentamiento global es muy regresivo desde el punto de vista económico y social, porque a mayor renta mayor emisión de CO2 y por tanto, mayor contribución al problema. Según el informe del World Inequity Lab (WIL), de media cada uno de los pertenecientes al 50% más pobre emite 1,6 toneladas de CO2 al año frente a las 2.531 toneladas que emiten de media (¡1.581 veces más!) los 770.000 más ricos del mundo (el 0,01 %). Las clases medias de las naciones desarrolladas con ingresos de más de 41.000 euros al año generan la mitad de las emisiones de carbono. Las emisiones de gases de efecto invernadero suelen ser mayores en los países más ricos, donde el consumo y la producción son más intensivos en carbono. Además, las personas con menos recursos tienen menos capacidad para adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático. Es decir, la riqueza cuanto más extrema es conlleva una contaminación también más extrema.

Para reducir el CO2 emitido podemos actuar de tres formas: prohibiéndolo, gravándolo con impuestos o subvencionando alternativas. La prohibición se hará con normativas que impidan por ejemplo las centrales térmicas de carbón o los coches térmicos, pero estas normativas nunca son universales y entrañan riesgos al ser impopulares entre los afectados.

Hay dos tipos de impuestos medioambientales: impuestos directos sobre la tonelada de carbono emitida y los sistemas de comercio de emisiones que permiten a las empresas comerciar con el valor del derecho a contaminar. Este sistema es muy complejo de aplicar adecuadamente.

Las subvenciones tienen el problema perverso de que si no se aplican bien, lo cual es muy difícil de hacer, suponen abaratamientos de energía que pueden hacer que se consuma más que antes (la subvención de la gasolina al resultar más barata aumentará su consumo global).

Por otro lado, se van a requerir acciones adicionales a las anteriores como fomentar el uso de transporte público frente al privado, potenciar cambios alimenticios reduciendo el consumo de carne y de los desperdicios, limitar o eliminar el uso de jets privados y los grandes barcos de recreo, etc., en resumen, cambiar la actual orientación al consumo desenfrenado.

Para abordar la interconexión entre cambio climático y desigualdad es crucial tomar medidas que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero, promuevan la justicia climática y aborden las desigualdades sociales y económicas. Esto incluye políticas que fomenten la transición hacia fuentes de energía renovable, promuevan la equidad en la distribución de recursos y fortalezcan la resiliencia de las comunidades más vulnerables.

En resumen, el cambio climático y la desigualdad están intrínsecamente ligados, y abordar ambos desafíos de manera integral es fundamental para construir un futuro más sostenible y más equitativo.

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