Opinión

Riesgo, incertidumbre y beneficio

La lucha contra el cambio climático

Riesgo, incertidumbre y beneficio

Riesgo, incertidumbre y beneficio

Se denomina riesgo a la contingencia o proximidad de un daño. Que es un término referido muchas veces a la economía, lo indican los ejemplos de riesgo que el Diccionario de la Lengua Española utiliza en su descripción: de crédito, de interés, de mercado, de inversión, operativo, soberano, etcétera, aunque se trata de un término lo suficientemente amplio para ser empleado en numerosas acciones de la vida diaria y, particularmente, en la sanidad. En general, el concepto de riesgo implica que las probabilidades de beneficio o pérdida sean conocidas. Por el contrario, la incertidumbre se define como la falta de obligación para que algo se cumpla. Utilizando los términos anteriores, sería cuando las probabilidades de éxito o fracaso son desconocidas y tal vez resulten incognoscibles. En definitiva, en ambos casos, nos movemos en el campo de la probabilidad.

Acudo a este matiz a partir de lo que se denomina el "Calentamiento Global Antropogénico", un fenómeno que ocupa buena parte de la literatura científica y general en el momento presente. Las palabras "climate change" muestran en Google un total de casi 2.000 millones de entradas (consulta 30-1-2024). Y lo hago con la intención de mezclar este fenómeno, estrictamente físico y químico, con las leyes económicas que rigen en nuestra civilización actual. Que ha sido y es la acción del ser humano sobre el planeta (por este motivo el nombre de Antropoceno), la responsable de la emisión de gases con efecto invernadero en la atmósfera, de la que se deriva el calentamiento y las consecuencias que sufrimos, creo que a día de hoy no nos queda ya ninguna duda. Otra pregunta, de momento sin respuesta, es si esta situación tiene visos de reversibilidad o no. Y en este momento intervienen los conceptos de riesgo e incertidumbre, probablemente más el segundo que el primero

Para responder a este interrogante debemos sumergirnos en los fenómenos que se denominan de crecimiento exponencial. Hacer predicciones cuando algo aumenta de una forma vertiginosa puede resultar muy complicado. Tenemos ejemplos de este tipo de incremento: las células del embrión en el útero materno, la multiplicación bacteriana o vírica, el número de jugadas de ajedrez, el progreso de la inteligencia artificial, etcétera. En todos ellos, la predicción es harto complicada, a menos que el crecimiento tenga un final previo estipulado ¿Lo tiene acaso la temperatura máxima soportable por el planeta Tierra? Los científicos más destacados en este campo se muestran divididos. Desde los que predican que se han traspasado todos los límites y la humanidad se encamina a una catástrofe, con fecha probable de cálculo, hasta los que introducen la "variable" humana como sujeto productor, actor y director de este complicado guion, sin un final escrito.

Para confeccionar un plan de reversibilidad, necesitamos introducir un nuevo concepto. Me refiero al término "beneficio", tan atractivo para la mentalidad capitalista que nos regula. El famoso informe coordinado por Nicholas Stern ("The economics of climate change", Cambridge University Press, Londres, 2007) aborda una aproximación económica a este problema y concluye que los beneficios de una acción fuerte y temprana superan con creces los costes económicos de no actuar. Sus indicaciones finales son que estamos a tiempo de proceder, si se toman medidas enérgicas, que los costes de estabilizar el clima son elevados pero manejables y que las acciones deben ser universales y conjuntas, con una actuación política coordinada. No es fácil pero tampoco probabilísticamente imposible. Ustedes dirán si se trata de una incertidumbre total o de un factor de riesgo calculable. En todo caso la meta está muy clara: debemos encontrar pronto el punto de inflexión de esta curva exponencial con la que se expresa la acción humana sobre el clima terrestre. De lo contrario, busquemos la respuesta en otros planetas de nuestro sistema solar.

Nada mejor para acercarnos a este dilema que hacerlo mientras escuchamos la famosa canción "Sinnerman". Se trata de un espiritual negro de carácter apocalíptico, que se interpretaba en ambientes religiosos metodistas norteamericanos. Sus autores, Will Holt (1929-2015), Bob Marley (1945-1981) y su primer intérprete, Les Baxter (1922-1996), pasaron la antorcha a la conocida artista Nina Simone (1933-2003), quien nos legó su versión más expresiva. En nuestro medio fue muy popular la interpretación del dúo danés-holandés, formado por Nina (1932- ) y Frederik (1934-1994), quienes la introdujeron en Europa. En la España universitaria del último tercio del siglo pasado, utilizábamos este recital de exclamaciones sobre el pecado y el perdón como un grito de protesta frente al mundo "gris" en el que nos movíamos. Ahora, la situación es diferente, pero los motivos de queja siguen intactos. Quizás podríamos refrescar la pegajosa melodía y dirigir el texto a quienes deben hacer que se cumplan los planes de un "enfriamiento antropogénico".

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