Opinión

El "golfito" de Ayuso

A Isabel Díaz Ayuso le crecen los enanos, lo cual es buena cosa para montar un exitoso circo al modo de “La parada de los monstruos” o fundar un equipo de baloncesto de altura, puesto que los pecados veniales a la presidenta de Madrid se le agrandan como si fueran delitos de lesa majestad. Todo lo que se relaciona con esta mujer alcanza gigantescas proporciones, en ocasiones ciclópeas, para lo bueno y para lo malo. Que para muchos votantes sea la principal aspirante a convertirse en la primera mujer al frente del gobierno de España escuece en la acera de enfrente y la convierte en diana predilecta.

Ocurre que la fiscalía ha presentado una denuncia contra su pareja por presuntos delitos de falsedad documental y fraude fiscal. Al parecer que al novio de la baronesa de Chamberí le han pillado con el carrito del helado de unas presuntas facturas falsas. La broma asciende a 350.000 euros. No sabemos si el defraudador ha defraudado a su compañera sentimental. Lo que podemos deducir de este caso es que si la mujer del césar además de ser honrada debe parecerlo, el mismo argumento debe emplearse, en paridad, con el consorte de la zarina. Y aquí parece que la honradez tiene varios ceros a la derecha.

Ayuso dijo el otro día desde tarima pública, al dar cuenta de sus bienes, que desde 2008 conduce un coche pequeño, un “golfito”. Lo que se dirime ahora es si la presidenta se pasea por el Madrid de los Austrias del brazo de otro golfo de mayor cuantía. Conste que, en todo caso, el presunto delincuente será en todo caso él, el novio, pero no ella, a la que el enemigo gusta de rodear de un halo permanente de presunta culpabilidad. Escuecen las mayorías absoluta y la arrogancia de una que no se calla.

Unos y otros han puesto a funcionar el ventilador, que es la forma más utilizada en política para defenderse cuando no hay argumentos. De esta forma, la mierda se extiende a diestro y siniestro, o a derecha e izquierda, que viene a ser lo mismo, y todos tan conformes chapoteando en su ciénaga. Hasta que el olor nauseabundo se haga intolerable.

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