Opinión | El trasluz
Por aburrimiento
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Por aburrimiento. / Pexels
Me crucé en la calle con un hombre que manejaba al mismo tiempo un cigarrillo y un móvil, cada uno en una mano. Se le veía tan nervioso que hablaba al cigarrillo y se fumaba el móvil. Cuando pasó junto a mí, le escuché decir:
-En efecto, le quitaron los puntos y ahora tiene la herida abierta como un libro.
La imagen me impactó. No podía dejar de pensar en ella. Al rato, le di la vuelta a la metáfora y comencé a pensar en los libros abiertos como en verdaderas heridas. Heridas luminosas que alumbraban la realidad. Hay modos buenos y modos malos de herirla, a la realidad. Uno de los buenos consiste en sentarse a leer una novela. Me pregunté de cuántas heridas resplandecientes, provocadas por personas que leían en el metro, en el tren, en el avión, en la cama de un hospital o en la cárcel, gozaría en ese instante el cuerpo social. ¿Cuántos millones de libros estarían abiertos a lo largo y ancho del mundo? Si los juntáramos todos, pensé, formarían una biblioteca extraordinaria tanto por su cantidad como por su variedad temática. ¿Qué dirían de nosotros, como especie, todos esos volúmenes?
¿Leen en las trincheras los soldados? Seguramente, no. De hacerlo, quizá se olvidarían de disparar del mismo modo que a mí se pasa la estación del metro en la que debería bajarme cuando voy enfrascado en la lectura. Muchas veces me fijo en lo que llevan en las manos los políticos cuando se dirigen a las puertas del Congreso. Jamás los veo sosteniendo un libro. Deberían hacerlo, aunque no lo leyeran, solo por una cuestión de imagen. Un libro abierto en un escaño de ese espacio tan hostil parecería una herida sanadora.
En fin, de vuelta a casa, me crucé con una señora mayor acompañada del que parecía su hijo, que tendría unos cuarenta años. Le madre le decía en ese instante:
-A lo mejor sales a fumar porque estás aburrido, no porque te apetezca.
El hijo aceptó que sí, que fumaba un poco por aburrimiento, pero también un poco por desesperación.
Me dolió mucho este diálogo. Al llegar a casa abrí una herida.
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