Opinión

Una legislatura de mierda

La subida de tono de la crispación, un riesgo evidente para el sistema

La legislatura iniciada apenas no podría estar avanzando por caminos de peor lodazal, con el cieno a la altura del calcañar. Nunca antes se habían atisbado sobre el horizonte nubes tan tormentosas que auguran una imponente descarga eléctrica. Léase ley de amnistía, casos de corrupción y riesgo evidente de ruptura territorial de confirmarse los puntos críticos de la negociación económica que se avecina con los separatistas catalanes.

En ese ambiente convulso de general irritación, los líderes de las dos principales fuerzas políticas han decidido convertir el Parlamento en un campo minado de arenas movedizas donde el légamo asoma por encima de los escaños. Y en lugar de utilizar en el saludo las elementales normas de cortesía, tal que «póngame a los pies de su señora», Sánchez y Feijóo, actores principales de la tragicomedia de este país en escombros, prefieren poner ambos a la señora del otro a los pies de los caballos. ¡Vaya legislatura de mierda!

Al lamentable espectáculo asisten los ciudadanos atónitos, cada vez más hastiados pero menos sorprendidos de la deriva general, mientras las grandes carencias que azotan el día a día del común siguen sin resolverse. 

¿Quién obtiene mayor rédito político de tamaña crispación? Al PSOE le conviene un PP exaltado en las formas para apelar al relato del hombre del saco, del que ya obtuvo pingües beneficios en las urnas: Feijóo y los suyos son la derecha escorada que se arrima a la ultraderecha. Al PP, por su parte, conviene en este momento la dentadura de dóberman para reunir en su rebaño a todo el descontento a la derecha del PSOE, sea moderada, extrema o mediopensionista. Pese a que el acoso y derribo del sanchismo pudiera tener justificación política, las formas dejan mucho que desear. Ocurre que en un país donde Ciudadanos enterró el noble ejercicio de la moderación, ya no se puede ser otra cosa que tirio o troyano. Los políticos de este país, unos y otros, han enchironado la equidistancia y le han atado al tobillo una bola de acero de peso innumerable.

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