Opinión | Sol y sombra

Odio racista

Unos días después de la fecha que conmemora la lucha contra el racismo y la xenofobia y coincidiendo con un España-Brasil de fútbol, se ha abierto un debate sobre si este es un país racista o no debido a los comportamientos de los hinchas en los terrenos de juego. Como ejemplo, los insultos que un futbolista del Real Madrid, en concreto Vinicius, recibe antes, durante y después de los partidos. El asunto, aunque pudiera parecer lo contrario, no se presta a grandes elucubraciones. Un país racista es un país con leyes racistas. Lo fue la Alemania del III Reich; también Italia, el tiempo que duraron las leyes raciales contra los judíos impuestas por Mussolini; Estados Unidos, incluso en momentos de su historia más reciente del siglo pasado, y la Sudáfrica del Apartheid, por citar algunos casos.

España, de este modo, no puede considerarse un país racista. Sí es un país, en cambio, donde parecen abundar los comportamientos racistas, que no son atajados por parte de las autoridades no creo que por connivencia con el racismo sino simplemente por la laxitud y la ineficacia que se proyectan también en otros ámbitos de la vida. Que a un futbolista se le persiga cada jornada, insultándolo gravemente en los estadios o fuera de ellos sin que haya detenidos, se suspendan los partidos o se cierren graderíos, es una prueba manifiesta de esa ineficacia contra el odio. Que algunos puedan ver en la respuesta anímica o en las quejas del futbolista una excusa o una provocación no deja de ser bastante preocupante en cuanto al maltrecho estado de la conversación pública. Sobremanera cuando existen idiotas dispuestos a considerar que desearle la muerte a alguien dentro de un cántico colectivo no es racista si lo comparas con llamarle mono, tratándose de un negro. La propaganda desfavorable hacia España por un episodio racista reiterado no es culpa de Vinicius, la víctima que denuncia el odio, sino de los que odian y por omisión de los que no actúan.

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