Opinión | El Club de los Viernes

Nosotros, los que crispamos

La polarización

Aunque "polarización" sea una de las palabras de moda, uno no puede evitar preguntarse si hacer oposición cívica y buscar juntarse con personas inteligentes, íntegras y valientes que hagan de dique contra este desatino te coloca ya en el saco de los polarizados, pendencieros, de los que enturbian la convivencia y hacen más difíciles las conversaciones porque estás radicalizado, elemento hostil y mal ciudadano. Caldeando el ambiente por decir cositas incómodas para el poder y sus adláteres mediáticos. Por no resignarse. Crispando, claro.

Por señalar que es el Gobierno quien ha desatado una atmósfera tóxica donde llama progresistas a palurdos homicidas de las listas de EH Bildu y busca lealtades en los partidos más desleales a una idea solidaria de España. Progresistas a los chavistas ladrones (pleonasmo) y a los que rinden tributo y honores a un racista majadero como Sabino Arana. Crispamos por observar su dependencia agónica de estos movimientos disgregadores, con los bobos útiles de Sumar, dando cabida a los marcos culturales del nacionalismo y sus privilegios. Una bajeza, una catástrofe moral, pero también un ataque directo a la ciudadanía que no se resigna a normalizar los pactos con prófugos convictos ni a que su país dependa del sececionismo de taifas y supremacismos xenófobos. Sí, claro que crispamos.

Crispamos los asturianos verdaderamente resistentes si criticamos a esa nulidad con cargo que es Adrián Barbón, que bambolea entre sus arengas a favor del constitucionalismo pero de la mano de Sánchez y sus secuaces, el odio obsesivo a Madrid y sus reivindicaciones de orgullos periféricos mal entendidos, así tiene a los asturianos deglutiendo su papilla ideológica, trufada de vanidades y ambiciones, mientras los lleva al descalabro económico.

Crispamos si hacemos ver que en Asturias hace mucho que despertamos del sueño de la razón. Las ideas ilustradas y lo que pudieron llegar a ser fueron arrinconadas y condenadas a la marginalidad, por un socialismo y sus izquierdas reaccionarias que tienen el vicio de la imposición, del puñetazo encima de la mesa, el control total de las instituciones para prohibir lo que no les satisface y obligar a aquello que les beneficia, el anhelo de hacer de una causa un modo de vida, que sus sentimientos del terruño identitario tengan cabida en esa cueva de Alí Babá que es el dinero público, para que puedan meter el hocico. Por eso han creado, por ejemplo, la Dirección General de Política Llingüística, donde sólo el nombre ya nos da una idea de cómo van a dirigir el asunto. El rodillo del bable necesita combustible nuevo para seguir carburando, para que no deje de girar esa rueda que dará sustento y colmará de viruta a tanto sospechoso habitual y tonto del haba. O de la faba.

Crispamos, evidentemente, por recalcar que la implantación del bable en las escuelas no tendría pretensiones didácticas, sino ideológicas, una forma de modelar emociones con base en una superstición tribal. Vamos a crispar un poco mas: este disparate escolar cuenta con la apología de los paniaguados socialistas y el formidable escuadrón intelectual del círculo del nacionalismo astur, simpáticos y cerriles holgazanes que, oscilando entre lo terrible y lo ridículo, pretenden ganarse la vida pastoreando niños en batua, con su nación imaginaria y su lengua inventada, nada menos que en una sociedad donde un número alarmante de jóvenes no se desenvuelven en español ni a un nivel razonable, con dificultades para la capacidad expresiva, la comprensión lectora o la escritura sin faltas de ortografía. Si consiguen la obligatoriedad del bable en las aulas, esos de la Academia de la Llingua y sus satélites podrán ser por fin gandules a tiempo completo.

De momento, ahí están, cambiando toponimias y señales en las carreteras a puro huevo. Despreciando una lengua común, rica, preciosa, centenaria, para sustituirla por el flamante invento del momento, los muy bestias. Son los nuevos curas de una religión totalitario, irracional y opresiva, sectaria hasta el disparate. La política de fosa séptica que siempre parece a punto de rebosar. Parece mentira que esta pequeña región siga aguantando tanto peso. La carga de tanto fallido trincón. La han vampirizado, vaciado, arruinado. Por culpa de una ideología, el nacionalpopulismo, salida no de una provincia geográfica sino de una remota provincia de la historia.

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