Opinión | Sol y sombra

Puñaladas de odio

He leído estos días que, un par de noches antes de que un extraño intentará matarlo con un cuchillo, el escritor Salman Rushdie soñó que le atacaba un gladiador romano con una lanza. No era la primera vez que algo así ocurría en sus ficciones más íntimas; tuvo sueños similares desde la fetua del ayatolá Jomeini tras la publicación de "Los versos satánicos", allá por 1989. En esas pesadillas imaginaba al asesino surgiendo por sorpresa de un foro público y viniendo a por él. Cuando en la mañana del 12 de agosto de 2022, en el norte del estado de Nueva York, vio una figura vestida de negro corriendo en dirección suya, el primer pensamiento que asaltó su mente fue preguntarle por qué ahora, después de tantos años. "Cuchillo" es el libro sobre el atentado que estuvo a punto de costarle la vida y con él pretende plantarle cara al odio. Por cuestión de milímetros, mientras era apuñalado quince veces, la hoja que blandía el agresor entró por el ojo y afortunadamente no alcanzó el cerebro. Las heridas fueron terribles. Todos coinciden en que si Rushdie sigue vivo es de milagro. Él se lo toma con un humor admirable.

En "Cuchillo" ya no es el Joseph Anton de la identidad falsa para protegerse de sus verdugos, ni se aprecia la desorientación que él mismo admitió al escribir en tercera persona sus memorias de 2012. Es el testimonio con el que un viejo de 75 años pretende ser esta vez el protagonista más que la víctima, tras haber sido arrastrado al pasado por alguien que buscaba ejecutar una ridícula sentencia de muerte de hace tres décadas, como si su obra en conjunto no sirviera de nada y la vieja novela de la fetua continuara siendo el pretexto exclusivo de un odio inextinguible enterrado en las entrañas de los fanáticos. Los extremistas dogmáticos se muestran hoy como ayer, en cualquier plano de la vida y de la muerte, Rushdie los combate con la razón.

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