Opinión

Resultado y gobierno

La incertidumbre electoral como síntoma de salud democrática

Para que unas elecciones sean auténticas, además de cumplir otras condiciones, han de celebrarse con alguna incertidumbre. Si el escrutinio está predeterminado, no hay verdadera elección. Hubo un tiempo en España en que el ganador era conocido de antemano. Por el contrario, la competición electoral es la faceta mejor valorada de nuestra democracia actual. Puede suceder, sin embargo, que el elector tenga decidido su voto incluso antes de la convocatoria, facilitando así la tarea a los arúspices de la demoscopia, encargados de calmar la excitación que provoca un resultado incierto. No es el caso de las elecciones que se celebran hoy. Muchos vascos han tomado una decisión a última hora. Esta vez, nadie se ha atrevido a dar por segura una victoria del PNV.

La mayor incógnita reside en la disputa que mantienen las dos fuerzas nacionalistas. La cuestión está en ver en qué punto se cruzan la tendencia declinante del PNV y la ascendente de EH Bildu y, en consecuencia, qué versión del nacionalismo se impone. La incertidumbre electoral se reduce a esto, pero tiene una profundidad política que aún está por descubrir. La paradoja salta al abordar la composición del futuro gobierno autonómico, cuando la tensión de la pugna electoral da paso a la unanimidad de los pronósticos. Todas las quinielas coinciden en hacer una apuesta fija, sea cual sea el resultado de las elecciones, por una coalición del PNV con el PSE.

Desde luego, es la fórmula que cuenta con más probabilidades. Los socialistas están obligados a decantar el duelo entre los nacionalistas y el apoyo al PNV supondrá para ellos más ventajas y menos inconvenientes. Le servirá para solidificar el pacto de investidura y, al mismo tiempo, para obstaculizar cualquier tentativa de aproximación entre el PNV y el PP. Para los socialistas, esta sería la situación más confortable, sobremanera si, por un lado, la renovada coalición contara con una mayoría absoluta en el parlamento y no tuviera necesidad de recabar el respaldo de un tercer partido, y por otro lado tuviera la conformidad de EH Bildu.

Los vetos anunciados empujan en la dirección apuntada. El candidato socialista ha convertido el rechazo a un acuerdo con los nacionalistas de izquierdas en un desafío personal. El PP se opone a un gobierno encabezado por EH Bildu, aunque sea el partido más votado. Podemos y Vox también han planteado sus vetos. Y EH Bildu ha manifestado reiteradamente que en el presente su prioridad es impedir el acceso de la derecha al gobierno. Vistas las posiciones previas adoptadas por los partidos, solo cabe pensar en un gobierno formado por el PNV y el PSE o en una coalición de los dos partidos nacionalistas. El PNV guarda silencio al respecto, a la espera de conocer el resultado, pero esconde fuertes reservas a la idea de gobernar con EH Bildu y en ningún caso aceptaría el papel de socio minoritario en una coalición nacionalista.

En conclusión, el panorama parece despejado y es previsible la formación de un gobierno del PNV con el PSE. El deseo de ambos, puesto que para los socialistas la victoria está fuera de su alcance en estas elecciones, es que gane el PNV. El único problema con el que podrían encontrarse es que EH Bildu salga vencedor de las urnas. En primer lugar, porque reclamaría su participación en el gobierno. Los votantes no dejarían de presionar a tal fin y el candidato, aunque contenido y tímido, ha propuesto una gran coalición compuesta por los nacionalistas y la izquierda, con el propósito de promover un nuevo estatus político para Euskadi sobre la base del acuerdo suscrito en el parlamento vasco. El asunto no ha sido tratado durante la campaña electoral, pero la redacción del Título Preliminar reconoce la existencia de una nación, su soberanía, la primacía de las decisiones que adopte como sujeto político constituyente sin limitación legal alguna, y postula una relación confederal con el estado español sometida al eventual pronunciamiento de los ciudadanos vascos en un referéndum.

Si EH Bildu gana las elecciones y no puede gobernar, porque ni el PNV ni el PSE le dan su apoyo, estará condenado a ejercer de oposición en Vitoria. Su actitud podría variar respecto a la que mantuvo en la cámara vasca en la legislatura anterior, con repercusión en las votaciones del Congreso, y alentaría las expectativas de volver a ganar en las siguientes elecciones. A un cambio de posición vendría a ayudarle una derrota, parcial al menos, de ERC en las elecciones catalanas, que le proporciona una inestimable cobertura política.

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