Opinión

Primer milagro de Paul Auster

Inicio mis funerales por Paul bajando de su estante "La ciudad de cristal", que había leído por primera vez en 1988 (Ed. Júcar), gracias al prodigio editorial que fueron un tiempo Juan Cueto y Silverio Cañada. Luego voy de cara a sus poemas, cuya traducción (Seix Barral, 2012) debemos a otro gran poeta, Jordi Doce, pues en los versos del prosista está aún caliente su verdad. Como suelo hacer, abro el libro al azar por un par de lugares. No se equivocó la suerte, pues el segundo intento me ofrece "Gnomon" (1976), en cuya tercera estrofa está cuanto Paul podía saber de su muerte (incluida la causa) con la nada sin perderlo de vista anhelando un reencuentro mientras él caminaba "a través de los vastos / viñedos de los vivos". Pero ya el primer hojeo al albur me había ofrecido "De sombra a sombra", que acaba así "Para entrar en el silencio de este muro / debo dejarme atrás a mí mismo".

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