Opinión

Una innegociable militancia socialista

Uno de los que mejor tuvieron cohesionada la FSA

Carlos Rojo fue un socialista asturiano muy ligado al oriente de Asturias, aunque con raíces en el occidente luarqués. Seguramente por esa pluralidad de afectos acabo recorriendo la inmensa mayoría de las agrupaciones socialistas de Asturias.

Formó parte del trío que tuvo mejor cohesionada la Federación Socialista Asturiana (FSA) en la época democrática: Él, Celesto y Fernando Lastra, conocidos cariñosamente en las agrupaciones como "las trillizas".

Lideró nuestra oposición municipal en Panes con rigor, fue un "todoterreno" en la Junta a General del Principado y un trabajador incansable en los diferentes cargos que tuvo en diferentes ejecutivas de la FSA.

Coincidimos mucho tiempo en lo personal y en lo político. Un día de junio de 1993 me convocó a su casa de Pola de Siero. Cuando llegué me esperaba con Luis Martínez Noval y Celestino Suárez (Celesto), para proponerme ser Presidente del Principado en sustitución de Juán Luis Rodríguez Vigil, que acababa de dimitir. En su casa, pues, se cimentó mi presidencia de Asturias.

Nos unieron Llanes y Panes por vivencias docentes y políticas al Oriente, y los Oscos y Luarca al Occidente por orígenes familiares. Festejamos familiarmente muchas Nocheviejas en la capital de Valdés con el entonces su alcalde Jesús Landeira. Una de ellas coincidió con el izado de la bandera europea en el balcón del consistorio, lo que nos obligó a hacer un paréntesis en la celebración.

También le acompañé en sus obligaciones orgánicas de la FSA. En 1987 le encomendaron confeccionar una nueva la lista municipal para Ibias. No era tarea fácil, pues el alcalde hasta ese momento era socialista. Le acompañé a varios pueblos de dicho concejo para hablar con una serie de contactos que le habían proporcionado. Nos acogieron con afecto, pero despistados por el posible candidato que nos habían indicado: Pepe el ferreiro. Nadie conocía en San Antolín o sus pueblos a alguien con dicho nombre. Renunciamos definitivamente al mandado cuando, en Cecos, una de las personas contactadas nos indicó, "Aquí nun hay ningún Pepe ferreiro. Hay un Pepe, pero e carpinteiro".

Mi recuerdo ahora es para Ana, su mujer, que no le abandonó nunca a lo largo de su vida, especialmente en estos últimos años en los que, por la enfermedad, su espíritu ya no estaba entre nosotros. Y para Carlos y Ana, sus hijos, a los que conocí de muy niños.

Le deseo que la tierra le sea leve. Lo tiene bien merecido.

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