Opinión | Mujeres
Reescribir la historia
Iniciativas como "El Prado en femenino" ponen en su lugar a quienes nunca debieron dejar de ser protagonistas
El Museo Nacional del Prado se ha esforzado en los últimos años en visibilizar la presencia de las mujeres en sus fondos, ya sea como patronas, coleccionistas, como artistas o también, por qué no, como objetos de contemplación. Hace unos días se presentó la segunda edición de "El Prado en femenino", un proyecto comisariado por Noelia García Pérez que, a modo de itinerario, sigue el rastro femenino por su exposición permanente. Esta vez las protagonistas son las grandes mecenas del siglo XVII en Europa, a saber: María de Hungría, Isabel Clara Eugenia, Isabel de Borbón, Cristina de Suecia, Mariana de Austria y Mariana de Neoburgo.
Además de las visitas guiadas, de cursos y películas, El Prado ha producido una serie documental, a la que se accede a través de su web, con un capítulo dedicado a cada una de esas mujeres poderosas, en las que hasta hace nada apenas reparaba nadie. Es curioso lo sorprendente que resulta comprobar toda la autoridad y la libertad de las que hacían uso.
Las iniciativas que reivindican la contribución de las mujeres a la cultura, al arte, a la historia o a los avances sociales no cesan de multiplicarse. Exposiciones, conferencias, libros, películas, ciclos musicales, podcast. ¿De dónde han salido todas esas mujeres artistas, intelectuales, pensadoras, mujeres poderosas, de muchas y distintas formas, que atraviesan los siglos y de cuya presencia no nos habíamos percatado?
Siempre estuvieron ahí, es evidente, pero nadie se preocupó de contar su historia. ¿Por qué? Probablemente porque los cronistas eran hombres y contaban historias de hombres.
Los prejuicios acerca del papel que las mujeres han desempeñado a lo largo del tiempo son relativamente recientes y llegan al extremo de negar lo obvio. Ahí está el caso de la guerrera de Birka, en Suecia.
A finales del siglo XIX se encontró en esa localidad una tumba con restos humanos y junto a ellos una espada, varios escudos, un hacha, una lanza, flechas, un cuchillo, un par de caballos, una yegua... y todo dispuesto del modo en el que se enterraba a los héroes vikingos. Los historiadores no lo dudaron y concluyeron inmediatamente que estaban ante los restos de un bravo luchador. Cuando un análisis de los huesos pélvicos y la mandíbula, realizado en 2014 por la Universidad de Estocolmo –una institución que se supone bastante solvente– reveló que el esqueleto era el de una mujer, muchos se resistieron a aceptarlo.
Tan importante es quien hace historia como quien la cuenta, por eso es fundamental que las mujeres asuman una actitud activa y se apropien del relato historiográfico, como los hombres hicieron en algún momento, para reconstruir genealogías femeninas con las que echar por tierra viejos tópicos e inspirar a las generaciones más jóvenes.
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