Opinión | Sucursales

Riesgos sistémicos

El BBVA lleva un tiempo intentando tragarse al Sabadell, que se resiste como el ratón se opone a ser tragado por el gato

Fachada del edificio ‘La Vela’, en la ciudad del BBVA

Fachada del edificio ‘La Vela’, en la ciudad del BBVA / EP

Se ha inventado una cuchara -dicen por la radio- que se come después de usarla. Estamos a la espera de que se inventen también los tenedores y los cuchillos y los platos y los vasos comestibles. De este modo, no quedará nada sobre la mesa tras el almuerzo, no habrá nada que fregar; desparecerá la industria de los lavavajillas. Bien. Si te quedas con hambre después de haber ingerido toda la cubertería, puedes comerte los dedos de las manos y las manos también, no te detengas. Habrá gente que se devorará entera a sí misma. Es lo que lleva haciendo la banca desde hace algún tiempo: apenas quedan 9 o 10 entidades de las 50 de las que llegamos a disfrutar (lo de “disfrutar” es un decir) en su día. Eso sí que era competencia: si no te gustaba esta, te ibas a la de enfrente. El capitalismo ensalza la competencia, pero la vocación de los capitalistas es el monopolio.

El BBVA lleva un tiempo intentando tragarse al Sabadell, que se resiste como el ratón se opone a ser tragado por el gato. Al gato no le importa que el animalillo se defienda porque le gusta el juego, pero al final se lo traga como una golosina. Llegará un día en el que habrá un solo banco con el estómago lleno de ratones. Cuando te divorcies y pretendas abrir una cuenta corriente en una entidad distinta de la de tu mujer o la de tu marido, porque no quieres que nada te recuerde a él o ella, te resultará imposible. Estaréis condenados a compartir organización financiera y quizá vivienda (no están los alquileres como para abandonar el domicilio conyugal). Entonces, esa entidad bancaria única comenzará a devorar sus propias sucursales, a cuyos empleados arrojará al paro con el gesto del que escupe el hueso de una aceituna.

Digeridas las sucursales, la entidad comenzará a engullirse a sí misma como el que se come de postre la cubertería de la que hablábamos en las primeras líneas. Significa que el banco, probablemente, colapsará con todos los ahorros de sus clientes dentro, con todos los fondos de inversión e hipotecas y planes de pensiones y demás productos económicos de los que había venido alimentándose. A eso es a lo que los expertos denominan “riesgo sistémico”: a que el sistema, a falta de ratones, comience a jugar consigo mismo y toque la palanca que no es.