Opinión
"Mbappín" era Joselu
La burocracia trae a la memoria a Alejandro Finisterre, inventor del futbolín
![Futbolín en Peñamellera Baja](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/eb59c6d4-eb75-42d6-95a5-9893378436b3_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Futbolín en Peñamellera Baja / LNE
Algo funciona de manera caótica y desordenada en el sistema administrativo si le cuesta menos trabajo a Florentino Pérez traer a Mbappé al Madrid que al alcalde de Peñamellera Baja “fichar” a “Mbappín”, un jugador de madera para el futbolín del polideportivo de Panes, que es un Bernabéu sin palcos “vip” ni ministros. Tres informes técnicos, dos autorizaciones y la intervención de cuatro funcionarios hicieron falta para adquirir un muñeco de fútbol de salón que acabó costando la irrisoria cifra de 33,66 euros. O sea, que más que Mbappín al monigote habría que llamarlo Joselu. O tratándose del portero del futbolín, mejor Kepa, que tampoco se mueve mucho de la raya de guardameta. Y que se metan por donde quepa la tremenda burocracia que enreda sobremanera a los ayuntamientos, y que con frecuencia resulta tan pollina y asnal que habría que rebautizarla: burrocracia.
El caso de “Embappín” -o Joselu, como ya se ha dicho- trae a la memoria a un personaje ya fallecido al que conocí en Zamora en sus últimos años de vida: Alejandro Finisterre, el gallego de Vigo inventor del futbolín durante una convalecencia durante la guerra civil en Montserrat, que fue albacea del poeta León Felipe y guardián del legado del escritor, zamorano de Tábara, localidad en cuyo “scriptorium” se editó en torno al año 970 un códice redactado en latín, uno de los pocos de características mozárabes que se conservan: el Beato de Tábara, que se custodia en el Archivo Histórico Nacional.
Finisterre, que se llamaba en realidad Alexandre Campos Ramírez y también era poeta, inventó el futbolín mientras se recuperaba, en un hospital militar del bando republicano, de las heridas provocadas en uno de los bombardeos sobre Madrid. Los primitivos jugadores eran de madera de boj y las bolas, de corcho.
En una charla de sus últimos años zamoranos me contó que, exiliado en México, fue devuelto a España en un avión. Sabía que al arribar sería encarcelado y provocó un motín a bordo para desviar la aeronave a Panamá. Se las ingenió para fingir un secuestro, alegando llevar una bomba, que no era más que una pastilla de jabón del baño envuelta en papel de aluminio. Genio y figura.
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