Opinión | El Club de los Viernes

El volatinero y las libertades

El proyecto de Pedro Sánchez

Tres modelos son los que en España se enfrentan: el de la España constitucional, tal y como se definió en 1978 en la vigente Constitución; el modelo contrario, el de una España sin Cataluña y el País Vasco, propugnada por los nacionalistas de estos territorios; y el de una España que se presente como un Estado ante la comunidad internacional, sí, pero como una confederación de cuasi-estados donde el gobierno del todo esté compartido con jefecillos y cortas élites regionales.

El tercer modelo, el plurinacional, es el que Pedro Sánchez, sin planificar como tal, pretende llevar a cabo. Le lleva a ello su ansia de poder personal tras el que, leyendo correctamente el actual y permanente fraccionamiento del electorado, persigue como único modo de asentarse en la Moncloa. Negándose a seguir la tradición socialista instaurada por Felipe González, más proclive a los pactos de Estado, prefiere la ruptura del consenso constitucional y opta por excluir a media España subido a un juego de malabares donde, como un volatinero, camina sobre una cuerda floja. Para el PSOE de Pedro caer hacia el lado de la unión entorno a la Constitución, hacia esa tradición moderada y responsable del PSOE, supondría perder el poder logrado mediante el "pacto Frankenstein" que lo sostiene. Caer en la exigencia total del independentismo catalán y vasco, sería perder control sobre el todo, España.

Partiendo, como partimos, de una Constitución que garantiza la unidad de España, instaurada por consenso de izquierda con derecha, utiliza a la pléyade de enemigos de aquella para configurar su modelo, necesario para consolidarse en la presidencia del gobierno.

Las libertades quedan en ese proyecto trastocadas y disminuidas. No es posible pactar con nacionalistas fraccionarios sin cederles un poder intervencionista en sus territorios. No es posible construir una España que excluye a la otra media sin optar por un fuerte control de la judicatura, de la economía y de los mensajes que reciben los ciudadanos a través de los múltiples medios de comunicación. Una transformación progresiva y no declarada aupada a un tren que busca el choque histórico con el otro tren, el de la normalidad democrática y el de las libertades, esas que el liberalismo occidental introdujo como única vía para evitar el poder omnímodo.

Tras cada elección, y van cinco en año y medio a la espera de la sexta, Sánchez se encuentra con un conjunto de cabos sueltos con los que hace un nudo. La maraña que ha anudado solamente se sostiene con un fuerte gasto público, un fuerte endeudamiento, una creciente presión fiscal y, con ello, una concesión múltiple de privilegios parciales. Privilegios a los nacionalistas y privilegios a los adeptos a él: sindicatos y múltiples asociaciones afines.

Tras cada protesta de los ciudadanos, sea en la calle, sea en las múltiples formas de comunicación que las tecnologías permiten, Sánchez resucita unas censuras que habían desaparecido tras la caída del régimen del general que en El Pardo residía. Resucita moralismos muy poco morales y ocultaciones de escándalos, de ineficiencias y de perniciosas eficiencias.

Solamente una opinión pública en libertad como la que este diario practica, publicando artículos como el que usted está leyendo, pueden servir de contrapeso y resistencia a la progresiva concentración de poder en tan pocas manos. Eso y la profusión de redes, emisoras, periódicos y radios independientes de acceso fácil y control difícil.

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