Opinión

Mandíbulas de cristal en Saint Gobain

Lio político por la visita exhibicionista de Yolanda Díaz a Asturias

No merecen los 160 trabajadores de Securit en Avilés abocados al desempleo asistir como convidados de pedernal a una riña política de patio de colegio entre una vicepresidenta del gobierno de España y un presidente autonómico que se asoma a los trapos como un miura. Bien es cierto que quien desencadenó el enfrentamiento fue Yolanda Díaz con su desmedido afán de obtener provecho electoralista de cualquier drama, en este caso el temor de más de un centenar de familias a verse en la calle. La ministra de Trabajo tiene poco pescado que vender en la rula avilesina, ya que su departamento carece de competencias en este asunto, y que ni siquiera el titular de Industria, compañero de gabinete, podrá evitar. O sea, que su visita, o fue interesada o fue incompetente. O ambas cosas a la vez. Solo atacando al gobierno asturiano podría alcanzar eco su visita relámpago. Se le llenó la boca y se le fue la mano. Qué manera más estúpida de aspirar a un grosor mayor de los titulares de prensa.

Estamos a las puertas de unas elecciones y por muy europeas y lejanas de interés que parezcan los contendientes aprovechan cualquier oportunidad para practicar en público un ejercicio desmedido de exhibicionismo. En el caso de la líder de Sumar, se tiene que agarrar ya a cualquier clavo ardiente o cristal hecho añicos, después de tres derrotas electorales de unas siglas encaminadas a un inevitable proceso de fagocitación. Si el menguado ejército de Yolanda se la pega también en los comicios europeos, habrá que empezar a pensar que la laboralista gallega está amortizada.

Tal espectáculo han presenciado esta semana, en medio de una creciente desazón, los empleados de Saint Gobain. A poco pueden aspirar políticos de semejante calaña frente a los planes de una gran empresa o una multinacional. A los trabajadores no les queda otra, cuando vienen mal dadas, que exponer a la crisis su frágil mandíbula de cristal. Son ellos los que van a pagar los vidrios rotos de la vieja Cristalera. Y nadie parece con fuerza suficiente para evitarlo.

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