Opinión

Asturies: la realidad y el deseo

Dos visiones antitéticas de la identidad social y política del Principado

Asturies: la realidad y el deseo

Asturies: la realidad y el deseo / .

Recientemente han aparecido dos libros sobre Asturies que representan dos visiones antitéticas sobre nuestra identidad, social y política, sobre la imagen que los asturianos tenemos sobre nosotros mismos, sobre los deseos de construcción o representación política de la comunidad, sobre, en resumen, el "¿quién somos?", "¿qué queremos ser?", "¿adónde vamos?", y todo ello desde la perspectiva de que existe una identidad peculiar en el conjunto del Estado, que es Asturies, y que ha de mantenerse o proyectarse de alguna forma como tal en la acción social y política.

Los dos libros son "Nunca vencida. Una historia de la idea de Asturias", de David Guardado, y "¡Esperemos! Así nos lo mandan (El debate sobre l’estatutu asturianu na II República)", de Carlos Gordon. El libro de David Guardado lleva ya unos meses en la calle y está siendo un verdadero éxito. El de Carlos Gordon es de recentísima aparición.

Comparten ambos una condición enciclopédica: será difícil añadir mucho más al abrumador conjunto de datos que muestran. Ahora bien, son en el fondo dos libros opuestos sobre lo que es Asturies, la concepción que los asturianos tienen de sí mismos y lo que es la práctica de sus comportamientos frente a lo que, a veces, son sus proclamas de asturianismo (dicho sea esto en el sentido más amplio o vago).

El libro de Guardado muestra que, aunque aparentemente la vocación asturianista o la conciencia identitaria parecen en la práctica sumergidas en el desconocimiento o la indiferencia, hay una línea histórica continua de presencia y consciencia de la identidad –de la diferencialidad– asturiana.

El de Gordon se centra en los años de la II República, los debates sobre la España federal y el Estatuto para Asturies. Pues bien, como se ve en sus 566 páginas, salvo contadas excepciones, nuestras élites, a servir a Madrid, a correr para Madrid y a despreciar o tener en menos lo nuestro; las tímidas propuestas de autonomía, opuestas la inmensa mayoría a cualquier reconocimiento de identidad o particularidad que no fuese el económico; la calle, el pueblo, indiferente a la idea de la autonomía y la especificidad política asturiana.

Esa ha sido y ha venido siendo siempre nuestra propia identidad, el rechazo a ser nosotros. Solo un dato: en las sucesivas redacciones iniciales del Estatuto de Autonomía de Asturies de 1981, a ninguno de los veinticuatro redactores se les ocurrió que esto volviese a llamarse Asturies, y no "provincia de Oviedo". Tengo yo el honor, de entre los diputados, de haber presentado una enmienda en ese sentido.

Y, si me lo permiten, una experiencia personal ilustrativa.

Llanes, abril de 2003. El mes anterior, el día 20, se ha producido la invasión de Irak, el último domingo de mayo se celebran las elecciones municipales y autonómicas. Desde 1999 nosotros estamos fuera de la Xunta, Álvarez Areces gobierna Asturies. Tras un acto cultural, un viejo militante socialista llanisco me desea que entremos en el Parlamento asturiano: "Vosotros sois los únicos para solucionar esto de la pesca deportiva". (Aclaración: el Gobierno Areces había decretado la prohibición de pescar pulpo y establecido otra serie de limitaciones para la pesca deportiva, de pedreru y de embarcación). Le digo que, entonces, nos vote. Respuesta: "No puedo: tengo que votar a Areces, sobre todo, ahora con lo de Irak". De modo que, para solucionar un asunto de aquí, lo decisivo en unas elecciones autonómicas era la guerra de Irak; solo podían solucionarlo, según él –y no andaba errado–, aquellos a quienes no pensaba votar; votaba a quien había causado la tropelía que quería solucionar.

Les completo. Aquella decisión de prohibir la pesca del pulpo –una actividad milenaria– a la gente común se gestó de la siguiente manera: en Euskadi estaba prohibida su captura. Los aficionados de allí protestaban porque comparaban su situación con la de Asturies. Un alto funcionario de allí llama a otro de aquí para decírselo y pedir la equiparación. El lugareño lo traslada al Consejo de Gobierno de don Vicente y este, ni corto ni perezoso, sin duda en consonancia con su tradicional solidaridad internacionalista, prohíbe aquí el pulpo (a lo que añaden otras limitaciones).

Unos y otros: siempre en la línea tradicional de pensar y actuar no de acuerdo con los intereses asturianos o con los propios, sino con lo que es más importante: todo lo de fuera. "En todas las ocasiones".

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